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viernes, 18 de marzo de 2016

EL DIPLOMA DE FEDERICO ROSAS

Gracias a la gentileza del Sr. José Enrique Doartero, de la ciudad de Laprida, pude fotografiar -con la ayuda de mi amigo Luis María Navas- el magnífico diploma mediante el cual La Estrella del Sud testimonió el ascenso de Federico Rosas al grado de Maestro Masón.

Federico Rosas nació en 1847, era de nacionalidad española, y su diploma le fue otorgado el 20 de noviembre de 1885, siendo Venerable de la Logia azuleña Ruperto Dhers y Secretario Emilio F. Recke. 
Posteriormente se trasladó a la ciudad de Laprida.

Este trascendental documento ha de darnos pie para referirnos, con la prudencia que el tema requiere atento su complejidad, a algunos de los símbolos que en el mismo aparecen.

Para ello he consultado la siguiente bibliografía:



Frau y Abrines, Lorenzo: “Diccionario Enciclopédico de la Masonería”. Publicado bajo la dirección de D. Rosendo Arús y Arderiu. La Habana, La Propaganda Literaria. Barcelona, Est. Tipográfico “La Academia”, 1883.


Chevalier, Jean: “Diccionario de los símbolos”. Barcelona, Herder, 1986.


“Guía de los masones para la instrucción de sus miembros”


Lavagnini, Aldo (“Magister”): Manual del Aprendiz. Buenos Aires, Kier, 2005.









LA CAVERNA
Durante la construcción del Templo de Salomón, Hiram distribuyó a los obreros en tres clases: Aprendices, Compañeros y Maestros, señalando a cada uno un salario proporcionado a su grado de habilidad.
Los Aprendices se reunían para recibir su paga en la columna Boaz; los Compañeros en la columna Joachim y los Maestros en la cámara del medio.
Quince compañeros, viendo que las obras llegaban a su término sin que les hubiese sido dable alcanzar el grado de Maestro, resolvieron arrancar por la fuerza al Maestro Hiram los signos, palabras y toques de este grado a fin de hacerse pasar por Maestros en otros países y recibir el salario correspondiente a tan honrosa clase.
Doce de entre los descontentos, reflexionaron las deplorables consecuencias que depararía esta deplorable acción y terminaron por renunciar al designio que habían formado; pero tres de ellos persistieron, resolviendo violentar al Maestro para obtener la palabra y el signo.
Estos tres miserables, llamados Hobhenn, Sterké y Austerfluth , sabiendo que el Maestro iba al mediodía a hacer sus oraciones al Templo, mientras los obreros descansaban, fueron a apostarse uno en cada uno de las tres puertas: Sterké a la puerta del Sud; Austerfluth a la del Oeste y Hobhenn a la del Este.
Esperaron que Hiram terminase la plegaria y cuando se dirigió a la puerta del Este se encontró con Hobhenn, quien le pidió la palabra de Maestro. Hiram le contestó que no podía dársela pues no estaba cumplido su tiempo de compañerazgo y que si realmente merecía un aumento de salario, la palabra no podía serle confiada sino en presencia de los Reyes de Israel y de Tiro, pues ambos monarcas y él habían hecho juramento de no darla sino en presencia de los tres.
Descontento Hobhenn de esta respuesta, le asestó un fuerte golpe en la cabeza con una regla de veinticuatro pulgadas. Hiram huyó hacia la puerta del Sud en donde encontró a Sterké, que interceptándole el paso le hizo la misma demanda, e irritado porque no pudo obtenerla, le dio un violento golpe sobre el corazón con una escuadra de hierro que tenía en sus manos.
Hiram reunió las pocas fuerzas que le quedaban y se dirigió vacilante hacia la puerta del Oeste pero se le apareció Austerfluth quien le pidió imperiosamente la palabra de Maestro y viendo que se la negaba terminantemente, le asestó tan terrible golpe sobre la frente con un martillo, que le dejó cadáver a sus pies.
Reunidos los tres asesinos, levantaron el cuerpo de Hiram, le ocultaron debajo de un montón de escombros, y llegada la noche le sacaron fuera de Jerusalén para enterrarlo muy lejos sobre la cumbre de una montaña.
Al día siguiente, notando con extrañeza que Hiram no aparecía para inspeccionar los trabajos, los obreros se lo comunicaron a Salomón quien realizó varias pesquisas sin resultado, pero los doce compañeros que habían formado parte del complot inicial, sospechando lo sucedido y revistiéndose del mandil blanco y de los guantes en señal de inocencia, fueron a encontrar a Salomón poniéndolo en conocimiento de lo sucedido.
Salomón envió a estos doce compañeros en busca del Maestro. Temiendo que la palabra hubiese sido arrancada a Hiram antes de su muerte, se convino en que la primera palabra que fuera pronunciada al encontrar su cuerpo sería en lo sucesivo la nueva palabra de Maestro.
Después de viajar cinco días sin éxito los compañeros regresaron a dar cuenta a Salomón de la inutilidad de sus pesquisas. Entonces éste hizo partir a nueve maestros, que se esparcieron por la montaña, llegando al segundo día a la cumbre del monte Líbano. Rendido uno de ellos por la fatiga se tendió para descansar sobre un cerrillo, y observó que aquella tierra había sido removida hacía poco. Llamó a sus compañeros, y excavando descubrieron un cadáver que presumieron llenos de dolor, debía ser el de Hiram.
No atreviéndose por respeto a llevar más lejos sus indagaciones, cubrieron de nuevo la fosa con la tierra que habían sacado, y para reconocer aquél sitio cortaron una rama de acacia y la plantaron encima, yendo a dar cuenta a Salomón del triste descubrimiento.
Al enterarse de la infausta nueva, Salomón no dudó que los restos mortales pertenecieran a su gran Arquitecto Hiram, por lo que ordenó a los nueve Maestros volvieran al lugar y exhumaran el cuerpo. Vestidos con sus mandiles y guantes blancos, los hermanos se dirigieron nuevamente al monte Líbano y procedieron según lo ordenado, pero cuando el cadáver quedó al descubierto hicieron un signo de horror pues haciendo ya nueve días del asesinato, el cuerpo se había descompuesto, exclamando todos al mismo tiempo Mac Benac la carne se separa de los huesos!
Luego de las exequias, Salomón ordenó la persecución de los tres asesinos. El mayor, como el más criminal, fue designado con el infamante nombre de Abibalc (parricida).
En esto, presentóse en palacio un desconocido, quien reveló a Salomón el lugar donde se habían refugiado los malhechores. Salomón no quiso confiar a ningún extranjero una misión tan delicada por lo que reunido el Consejo extraordinario de los Maestros, se procedió a sortear a nueve de ellos siendo elegido jefe de la comisión de los Elegidos el llamado Johaben.
Estos prestaron juramento de vengar la muerte de Hiram, adoptando como palabra de reconocimiento el nombre del más culpable.
Guiados por el desconocido, los Nueve salieron de Jerusalén. Después de haber andado veintisiete millas hacia el lado de Joppa, llegaron a una caverna junto al mar, llamada la caverna de Ben-Acar (hijo de la esterilidad) donde Abibalc (asesino del padre) y sus compañeros acostumbraban retirarse.
Al anochecer distinguieron a dos hombres que caminaban con precipitación hacia la caverna. No bien se apercibieron de la comitiva diéronse a  la fuga por entre las rocas, precipitándose por un barranco, donde los maestros los hallaron expirando.
Johaben, que se hallaba un poco separado de sus compañeros, distinguió el perro del desconocido, que se dirigía hacia la caverna como siguiendo la pista de alguien. El maestro corrió solo y penetró en la caverna por una escalera muy recta compuesta de nueve gradas abiertas en la piedra.
Iluminado con una lámpara, distinguió al traidor que se disponía a descansar. Este desgraciado, aterrado a la vista de un maestro, se sacrificó a sí mismo, enterrándose un puñal en el corazón.
Johaben se apoderó del puñal del traidor y salió victorioso de la caverna.
Cuando volvieron a la ciudad, Salomón satisfecho de su conducta  les hizo presente que en prueba de reconocimiento llevarían en lo sucesivo el nombre de Elegidos.
El desconocido, un simple pastor, fue generosamente recompensado, entró también en la corporación y llegó a ocupar una plaza entre los Elegidos.

EL TEMPLO DE SALOMÓN
Obsérvese la puerta cerrada. Ello indica la necesidad de llamar antes de ser admitido.
La entrada al templo interior descansa a medio camino entre los dos pilares, las dos caras opuestas de la dualidad.
Los tres escalones que conducen al Templo son emblemáticos de los tres grados principales de la vida humana: juventud, virilidad y vejez.
“En la juventud como aprendices es menester que ocupemos con industria nuestros ánimos en alcanzar los conocimientos útiles; en la virilidad, como compañeros, debemos aplicar nuestros conocimientos al desempeño de nuestros deberes respectivos a Dios, a nuestros prójimos y a nosotros mismos; de modo que en la vejez como maestros masones podamos gozar de las dichosas reflexiones que acompañan una vida bien empleada, y que muriéramos en la esperanza de una gloriosa inmortalidad”.
Véase que también hay tres escalones en la base de las columnas J. y B.

LA PALOMA
Es un ave simbólica del espíritu vivificador y fecundante de la naturaleza y desempeñó un gran papel en la Antigüedad.
El Espíritu Santo se manifestó como una paloma al posarse sobre la cabeza de Jesús al ser bautizado por San Juan Bautista. Es uno de los símbolos más usados por los cristianos como expresión del candor, la dulzura, la inocencia, la felicidad, la fidelidad y la pureza.
Figura en el simbolismo de algunos grados de la Masonería. Según la instrucción de los Caballeros del Sol (grado 28º del Rito Escocés Antiguo y Aceptado) representa el espíritu universal de la naturaleza que da vida y fecunda. Desempeña un papel muy importante en la Masonería de Adopción. En el primer grado, como símbolo de virginidad, mediadora entre Dios y los hombres; en el 2º y 3er. Grado, lleva el ramo de olivo en el pico; en el 8º no solo brilla debajo del dosel una paloma transparente, sino que siempre se ve en la Logia una de estas aves viva, y una paloma de plata con una rama de olivo de oro en el pico.

LA ESFINGE
Es el emblema de los trabajos masónicos, que deben permanecer secretos y ocultos.
Fue un monstruo, hijo de Tifón y Quimera, que apareció en Tebas poco después que Edipo diera muerte a su padre. Detenía a todos los viajeros que se dirigían a Beocia y les proponía enigmas, devorando a todos los que no podían descifrarlos.
Aterrados, los tebanos ofrecieron a quien la derrotara el trono y la mano de Yocasta. Edipo la venció y la esfinge, derrotada, se arrojó al mar.
Los antiguos pueblos la representaron de distintas maneras. El tipo primitivo de los egipcios era muy parecido al hombre, y luego la transformaron en la figura de un león con cabeza humana.

LAS GRANADAS
Las granadas entreabiertas adornan el capitel de las dos columnas solsticiales de los templos de Aprendiz.
El libro de los Reyes, capítulo VII, al referirse a la edificación de las columnas del pórtico del Templo de Salomón, construido por Hiram, destaca en el versículo 18: "...y cuando hubo hecho las columnas, hizo también dos órdenes de granadas, alrededor en el enredado para cubrir los capiteles que estaban en las cabezas de las columnas con granadas; y de la misma forma hizo el otro capitel..."
En el templo masónico la granada descansa en lo alto de los pilares recordando los elevados ideales que persigue la institución. Cada grano simboliza a todos los masones de la tierra, que llevan en sí el néctar y la semilla dispuesta a germinar a favor del bien de la creación. Su jugo rojo de sabor agridulce representa las alegrías y pesares de la vida.
La delgada cáscara de la granada resiste los golpes de la naturaleza y conserva dentro el sabor de un néctar delicioso. Al igual que la Masonería resiste los ataques de quienes son contrarios, conservando la sustancia que da vida. Se le representa abierta, dejando a la vista de toda la estructura organizada, semejante a las logias dispersas por la tierra y reunidas en la masonería universal.
En la representación que encontramos en el templo, las granadas, además de abiertas, lucen adornadas por la flor de la azucena, que corona la cúspide de los capiteles. Esta flor simboliza el candor y la pureza, que significa que la meta del Masón es el idealismo, enmarcado en la pureza de sus sentimientos y el cultivo y práctica de sus virtudes.
La azucena se identifica con el lino o flor de lis, que la tradición heráldica ha escogido como emblema de la paz y la concordia; tales postulados son fundamentos masónicos en la convivencia social.

El ARCO IRIS
Al salir del arca Noé y sus compañeros salvados del diluvio se prosternaron respetuosamente siete veces ante el Eterno, y lanzando los ojos hacia la bóveda azulada, distinguieron el Arco Iris, signo de reconciliación entre el cielo y la tierra.
“Mi arco he puesto en las nubes, el cual será por señal del pacto entre mí y la tierra. Y sucederá que cuando haga venir nubes sobre la tierra, se dejará ver entonces mi arco en las nubes. Y me acordaré del pacto mío, que hay entre mí y vosotros y todo ser viviente de toda carne; y no habrá más diluvio de aguas para destruir toda carne.” Génesis 9:13-15. Biblia Reina-Valera
La Masonería lo conmemora como símbolo de la Alianza hecha por Dios con Noé. Figura en los símbolos de los grados 3º y 4º del Rito de Adopción.

LAS PIRÁMIDES
Una de las siete maravillas del mundo. El Rito de Misraim enseña que las pirámides fueron siempre el verdadero hogar de la Francmasonería. En ellas recibieron la iniciación Pitágoras, Homero, Salomón y muchos de los grandes filósofos y legisladores de la Antigüedad.
En una de las ceremonias de la iniciación, el Hierofante enseñaba al neófito una pirámide rematada por un sol y lo invitaba a descifrar la inscripción jeroglífica grabada en ese sublime emblema de perfección.

LAS TRES CRUCES INCLINADAS
El trabajo más completo sobre el tema es el escrito por Juan Gimeno, titulado “Cruces no convencionales en cementerios argentinos”, publicado en la obra colectiva “Patrimonio cultural en cementerios y rituales de la muerte”, que será citada en la bibliografía.
Gimeno destaca la presencia en el cementerio existente en la isla Martín García de varias cruces (el 30% sobre un total de 250 tumbas) cuyo segmento vertical es idéntico al de las cruces convencionales, pero su segmento horizontal, en lugar de ser paralelo al piso, está notablemente inclinado, formando en el cruce con el segmento vertical dos ángulos agudos y dos obtusos.
El autor cita la obra de J. Alfonsín “Historias de Martín García” (Bs. As., Ed. L.O.L.A., 2002) en la cual y tras analizar dos tumbas fechadas en 1848 y 1891, concluye que sus cruces inclinadas pertenecerían a miembros de una secta fourierista que funcionara hacia 1840 en la isla de Sao Francisco, estado de Santa Catarina, Brasil. En la óptica de Alfonsín, las dos cruces tendrían por propósito simbolizar la oposición a la Iglesia Católica, mientras que las restantes habrían sido construidas por efecto de contagio o de moda.
Esta hipótesis no es compartida por Gimeno, atento la falta de elementos probatorios que la robustezcan.
Un trabajo de relevamiento en distintos cementerios argentinos detectó 137 cruces inclinadas en bóvedas de la Recoleta (un 3% del total), 16 en la Chacarita, y menor cantidad en los cementerios Británico y Alemán, todos de la ciudad de Buenos Aires. También existen estas cruces en las necrópolis de Avellaneda, Lomas de Zamora, Berazategui y otros partidos de la provincia de Buenos Aires; y en los cementerios de Bariloche y Villa Giardino (Córdoba).
Así llega el momento, dice Gimeno, de formular una hipótesis corroborable que resuelva el problema.
Una primera mirada ingenua, lleva a buscar el origen en modas o en corrientes arquitectónicas dominantes. Esto parece fácilmente desechable, ya que esos movimientos estéticos son ampliamente conocidos. Así, la superficie de las cruces imitando cortezas de árboles puede relacionarse que el estilo Art Noveau, en auge hasta aproximadamente la Primera Guerra Mundial, pero no así su inclinación.
La falta de referencias para un fenómeno tan extendido en el tiempo hace pensar en un origen de tipo ideológico, como sería el caso de un signo de identificación que debió permanecer en secreto o discretamente.
Por otra parte, si se presta atención a las fechas de construcción de las cruces, se podrá observar que coinciden con una etapa que suele denominarse “proceso de secularización”, durante el cual la Iglesia Católica fue separándose, no sin lucha ni resistencia, paulatinamente del Estado, y que también cuenta con versiones en otros lugares del mundo donde monarquías fueron sustituidas por democracias.
Si se acepta que la cruz funeraria expresa un indudable carácter religioso, y que la cruz inclinada no está reconocida, al menos hasta donde llega la investigación de Gimeno, por la Iglesia Católica, se puede postular como hipótesis que la cruz inclinada fue un símbolo, una especie de contra-cruz, por la cual se reconocían algunos o todos los miembros de grupos que luchaban contra la Iglesia en el cruento e irreversible proceso de secularización.
Esos grupos anticlericales, algunos radicalizados abrevando en el socialismo y el anarquismo, otros pertenecientes a la misma Iglesia Católica, la mayoría políticos e intelectuales liberales y democráticos que gobernaron el país durante varias décadas, fueron luego rotulados como “la generación del 80”. Con el tiempo fueron mutando, dividiéndose e integrándose, resultando difícil seguir sus huellas institucionales. Tal vez una de las pocas instituciones que aún mantiene plena actividad, aunque acotada, sea la masonería, cuya Gran Logia Nacional se constituyó en Buenos Aires ya en 1857 y tuvo su máxima expansión precisamente hasta el primer tercio del siglo XX, época coincidente con el apogeo de las cruces inclinadas. La oposición militante de la masonería contra la Iglesia la hizo estar a la vanguardia de ese proceso. Su prédica influyó sustancialmente y atravesó a todos los sectores que lucharon a favor del laicismo; esto hizo que se afiliaran a ella una buena parte de los hombres de gobierno e intelectuales de entonces.
Estos antecedentes, sumados a la profusión y hermeticidad de los símbolos utilizados por la masonería para representar sus doctrinas, permite tener a esta institución como un aliado importante a la hora de resolver el problema, ya que puede suponerse que la cruz inclinada habrá de encontrarse en los textos masónicos, o al menos que muchos de sus miembros la hayan elegido a la hora de diseñar sus sepulturas. A pesar de que toda la bibliografía consultada sobre masonería, intrincada y nunca agotada, no menciona a las cruces inclinadas, el autor que estamos citando señala que se han podido documentar interesantes correspondencias, para cuya compulsa remitimos al lector a la obra en análisis.
Podemos agregar que en el Cementerio Central de Azul existen varias sepulturas con cruces de este tipo.

EL SOL
Las leyendas en que se basan los misterios y los cultos de los pueblos antiguos están fundadas todas, como la de Hiram entre los masones, en la marcha aparente del sol declinando hacia el ocaso, para expresar en lenguaje figurado que es vencido por las tinieblas; pero reapareciendo de nuevo, se presenta como vencedor y resucitado.
Esta alegoría es imagen de las vicisitudes de la vida y del combate eterno entre el bien y el mal.
Uno de los emblemas más significativos del Sol en el simbolismo masónico es la escuadra y el compás cruzados, que constituyen la joya distintiva del tercer grado.

LA LUNA
El simbolismo de la luna se manifiesta en correlación con el del sol. Sus dos caracteres más fundamentales derivan, por una parte, de que la luna está privada de luz propia y no es más que un reflejo del sol; por otra parte, de que atraviesa fases diferentes y cambia de forma. Por esto simboliza la dependencia y el principio femenino, así como la periodicidad y la renovación. En este doble aspecto es símbolo de transformación y crecimiento.
La luna simboliza también el tiempo que pasa, el tiempo vivo del que es la medida por sus fases sucesivas y regulares; y refiere por ende a los ritmos biológicos.

LAS COLUMNAS
Son adornos de los talleres masónicos, que varían en forma y significado según los grados y los ritos.
En todas las logias simbólicas existen dos en la puerta de entrada llamadas Boaz y Joachim, para designar el sitio respectivo de los Aprendices y Compañeros.
El Venerable y los Vigilantes se consideran columnas de la Francmasonería.
Llámase columna, además, al trazado de las tenidas de un capítulo.  Y columnas se denominan en Logia cada uno de los bancos en que se sientan los obreros al Norte y al Sur del Taller.

EL OJO
Es uno de los símbolos más empleados en los monumentos egipcios, y se lo denominaba outa.
La suerte del hombre estaba asimilada a la de los astros; el retorno del Sol a su outa (es decir al punto inicial de sus diversos períodos) era prenda perpetua de la resurrección del alma después que ésta hubiese recorrido las regiones infernales.
En la Masonería, el ojo se encuentra representado ya en el centro del delta o triángulo luminoso, ya en el de una gloria radiante, y según el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, simboliza al Gran Arquitecto del Universo contemplando la Creación.

TRIÁNGULO O DELTA
El triángulo equilátero es una figura perfecta, por tener sus ángulos y sus lados iguales. Es la figura más importante de la Masonería.
El Delta o triángulo sagrado simboliza la Divinidad y la Naturaleza. Representa los tres reinos cuyo estudio es obligación de todo iniciado.
Desde él irradian en sus tres lados otros tantos grupos de rayos que se terminan en una corona de nubes. Los rayos simbolizan la fuerza expansiva del Ser que, desde un punto central infinitesimal, se extiende y llena el espacio infinito.
Las nubes indican la fuerza centrípeta, que se produce como reflujo natural de la primera, con movimiento de contracción que engendra la condensación de las fuerzas irradiadas. 

LA ESTRELLA FLAMÍGERA
Brillante estrella de cinco puntas, de la que irradian multitud de rayos, en cuyo centro campea la letra G.
Es símbolo del fuego invisible que crea y sostiene nuestra vida en el globo terrestre. Fuerza propulsora, atractiva y reguladora de la rotación y movimiento de los astros.
La letra G significa Geometría, Generación, Dios. A la Geometría está sujeto el movimiento de los astros, marca las dimensiones de los cuerpos y es la forma de todos los seres. La palabra Dios o Generación tiene por inicial la G en todos los idiomas del norte, en donde el simbolismo moderno ha tenido la cuna.
La estrella de cinco puntas es el Pentalpha de Pitágoras y allí los Masones encuentran los cinco puntos de la perfección: Fuerza, Belleza, Sabiduría, Virtud y Caridad.
Es uno de los emblemas más interesantes de la Masonería, y entra en la composición de muchos grados, especialmente del segundo, al que sirve de distintivo característico.

LA CADENA
Las tres figuras humanas (de distintas razas) que se hallan situadas en lo alto del Templo están unidas por una cadena y tienen sus manos entrelazadas.
Alrededor de todas las Logias figura, pintada o esculpida, una cadena que simboliza la unión de todos los masones del mundo.
Cadena de unión es el momento en que todos los hermanos que se hallan en logia se toman de las manos, representando la fuerza y solidaridad que debe unir a todos los miembros de la Orden.

LA AMPOLLETA O RELOJ DE ARENA
Es símbolo de la vida humana. No podemos sino contemplar con admiración las pequeñas partículas que contiene esta máquina pasando imperceptiblemente. Así sucede al hombre: hoy brotan las tiernas hojas de la esperanza; mañana echa la flor y se deleita con la cantidad de sus flores; al otro día cae la helada que destruye los vástagos, y cuando piensa que su grandeza aún crece, cae como las hojas de otoño para enriquecer a nuestra madre la tierra.
La forma del reloj de arena, con su doble compartimento, muestra la analogía entre lo alto y lo bajo, así como la necesidad, para que el flujo se produzca hacia arriba, de invertir la ampolleta. La atracción se ejerce por supuesto hacia abajo, a menos que se invierta nuestra manera de ver y de actuar.
Conviene señalar la exigüidad de la relación entre lo alto y lo bajo, estrecho gollete por donde la relación puede establecerse en un movimiento continuo.
Lo vacío y lo lleno deben sucederse; hay pues paso de lo superior a lo inferior, es decir, de lo celeste a lo terreno, y luego por inversión de lo terreno a lo celeste. Tal es la imagen de la opción, mística y alquímica.
En Asia, y también en los países árabes, al tambor se le da a veces la forma de la ampolleta. Se aproxima así a la calabaza, al horno de fundición de los alquimistas chinos y al monte K'ouenIuen, centro del mundo. Ocurre que los dos depósitos de la ampolleta corresponden al cielo y a la tierra, y el hilillo de arena, invertido cuando se le da la vuelta al aparato, representa los intercambios entre uno y otra, la manifestación de las posibilidades celestes y la reintegración de la manifestación en la fuente divina.
El estrangulamiento medio es la puerta estrecha por la que se efectúan los intercambios, el polo de la manifestación.

LA ESPADA
La espada es en primer lugar el símbolo del estado militar y de su virtud, la bravura, así como de su función, el poderío. El poderío posee un doble aspecto: destructor, pero la destrucción puede aplicarse a la injusticia, a la maleficencia, a la ignorancia y, por este hecho, convertirse en positivo; constructor: establece y mantiene la paz y la justicia.
En la tradición bíblica, la espada forma parte de las tres plagas: guerra-hambre-peste. Esta trilogía se halla particularmente en Jer 21,7; 24,10 y en Ez 5,12-17; 6,11-12; 12,16, etc.); aquí la espada simboliza la invasión de los ejércitos enemigos.
Cuando Yahvéh expulsa a Adán y Eva del Paraíso o del jardín del Edén, dispone dos querubines provistos de espadas Ilameantes como un remolino de fuego, a fin de que guarden el camino que conduce al árbol de la vida (Gén 3,24).
Es uno de los símbolos más usados en las ceremonias masónicas. En las tenidas de mesa es el nombre que se da al cuchillo.
Es el emblema del 2.° punto del Rito de la Estrella de Oriente para las Damas.
Espada (Caballero de la), llamado también "Caballero de Oriente.": Título del grado 6º del régimen moderno francés, y del de los Filaletes; I Iº de la Masonería Adonhiramita; 11º de los Elegidos de la Verdad; 15º del Rito Escocés Antiguo y Aceptado; 15º del de Heredom o de Perfección en 25 grados; 17º del Rito Escocés Primitivo y 41º del Rito de Mísraim.
Espada flamígera: Espada cuya hoja es ondeada en forma de lengua de fuego, y sobre la que prestan juramento los recipiendarios. En la Sagrada Escritura se dice que el ángel que arrojó a Adán y Eva del paraíso, guardó las puertas con una espada flamígera o de fuego.
La interpretación moral de este símbolo debe ser, que en la lucha constante entre los dos principios, el bien y el mal, hay para este último un castigo reservado, cual es el fuego destructor de la conciencia.
Es pues, para los masones, el símbolo del honor, de la conciencia y de la protección. Generalmente, en el lenguaje masónico las espadas suelen llamarse aceros.

SAN JUAN BAUTISTA y SAN JUAN EVANGELISTA
En las Sagradas Escrituras figuran tres personajes con igual nombre: el Bautista, el Evangelista y el más conocido por el sobrenombre de Marcos.
Bajo su advocación los masones celebran dos grandes fiestas anuales, llamadas fiestas solsticiales. La del solsticio de verano, dedicada a San Juan Bautista, tiene lugar el 24 de junio, y la del solsticio de invierno, dedicada a San Juan Evangelista, el 27 de diciembre.
Los solsticios muestran el paso de las dos grandes fases en que la Naturaleza ofrece los cambios y contrastes más notables.
En los templos masónicos los solsticios se hallan representados por las dos columnas que figuran al Occidente, a  ambos lados de la puerta de entrada.
Para celebrar estas fiestas, las Grandes Logias se reúnen en asamblea general y las Logias en sesión magna.

FUEGO O LLAMA
Es un elemento que tanto en estado natural como en forma de símbolo, interviene en las ceremonias masónicas para representar la purificación (en las iniciaciones) o para simbolizar el fervor y celo de los masones.
Como el sol por sus rayos, el fuego por sus llamas simboliza la acción fecundante, purificadora e iluminadora. Pero presenta también un aspecto negativo: obscurece y sofoca por su humo; quema, devora destruye: el fuego de las pasiones, del castigo, de la guerra. Según la interpretación analítica de Paul Diel, el fuego terreno simboliza el intelecto, es decir la conciencia, con toda su ambivalencia. «La llama que sube hacia el cielo representa el impulso hacia la espiritualización. El intelecto en su forma evolutiva es servidor del espíritu. Pero la llama es también vacilante, lo cual explica que el fuego se preste igualmente a representar el intelecto en cuanto olvida al espíritu.» Recordemos que el espíritu se entiende aquí en el sentido de supraconsciente. «El fuego humeante y devorador, todo lo contrario de la llama iluminante, simboliza la imaginación exaltada... lo subconsciente... la cavidad subterránea... el fuego infernal... el intelecto en su forma rebelde: en pocas palabras, todas las formas de regresión psíquica.»
El fuego es también, en esta perspectiva, en cuanto quema y consume, un símbolo de purificación y de regeneración. Hallamos aquí el aspecto positivo de la destrucción: nueva inversión del símbolo. Purificadora y regeneradora, el agua también lo es. Pero el fuego se distingue de ella en que simboliza «la purificación por la comprensión, hasta su forma más espiritual, por la luz y la verdad; el agua simboliza la purificación del deseo hasta su forma más sublime, la bondad»

EL CÁLIZ
Esta palabra significa propiamente una copa o vaso que usaban los judíos en sus convites y fiestas religiosas. Usase con frecuencia en la Escritura para significar las aflicciones que Dios envía a los pecadores, como en Isaías, LI, 17, y otros lugares. Jesucristo usó esta palabra, que muchos traducen por vaso o copa, en la oración que dirigió a su Padre en el huerto, significando también las aflicciones que voluntariamente había aceptado como nuestro sustituto ante la justicia de Dios (Mateo, xvr, 39, 42, etcétera).
Cáliz de Amargura es el que se da a beber a los profanos en la iniciación como símbolo de los sinsabores de la vida.
LA ACACIA
La acacia es la planta símbolo por excelencia de la Masonería. Representa la seguridad, la claridad, y también la inocencia o pureza; es símbolo de la verdadera Iniciación para una nueva vida, la resurrección para una vida futura. Su verdor perenne y la dureza incorruptible de su madera expresan la idea de la vida inextinguible que permanentemente renace victoriosa de la muerte. 
La acacia simboliza el conocimiento de los secretos de los "verdaderos maestros masones", de ahí que se la identifique con la posesión efectiva de la maestría, como se dice en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado.
Quiere la tradición que una rama de acacia se haya plantado sobre la tumba de Hiram y que, en recuerdo, una rama de acacia se coloque, según el ritual masónico, sobre el paño del recipiendario. Esta presencia de la acacia recuerda las virtudes del fundador y los deberes que simboliza este árbol: inocencia, incorruptibilidad, calor y luz solares. La presencia de la acacia se considera además inmortalizadora del que está provisto de todos estos méritos.

LA SERPIENTE. EVA Y LA MANZANA
La serpiente fue inicialmente un símbolo de fecundidad, atributo de las diosas, curadora de enfermedades. En la simbología cristiana se la acusa de invitar a Eva con la manzana. Para los masones simboliza la sabiduría, la sapiencia.
La manzana figura entre los dientes de la serpiente que se halla enroscada al árbol de la ciencia del bien y el mal.
Según el análisis de Paul Diel la manzana, por su forma esférica, significaría globalmente los deseos terrenales o la complacencia en tales deseos. La prohibición pronunciada por Yahvéh pondría en guardia al hombre contra el predominio de esos deseos, que lo arrastrarían hacia una vida materialista por una especie de regresión, en sentido opuesto a la vida espiritualizada, que es el sentido de la evolución progresiva. Esta advertencia divina da a conocer al hombre esas dos direcciones y a escoger entre la vía de los deseos terrenos y la de la espiritualidad. La manzana sería el símbolo de semejante conocimiento y de la aparición de la necesidad de escoger.

EL ELEFANTE
Se lo asocia simbólicamente con la omnisciencia o, al menos, la adquisición de grandes conocimientos.
La oreja es también símbolo de la transmisión iniciática dado que se hace esta de boca a oído. Sus grandes orejas representan pues la avidez del discípulo por escuchar en silencio las palabras del Maestro.
El elefante es la montura de los reyes, y en primer lugar de Indra, el rey celeste. Simboliza pues la fuerza real.
El elefante es también símbolo, no de pesadez, sino de estabilidad, de inmutabilidad.
Por sus cualidades es también atributo del poder real, si contemplarnos su propia masa; del rey que huye de la locura y de la imprudencia, si contemplarnos su propia desconfianza y su vigilancia; de la piedad, si darnos crédito a Plinio y a Eliano: «Cuando brilla la luna nueva, los elefantes, según lo que oigo decir, provistos de alguna inteligencia natural y misteriosa, llevan ramas recién arrancadas de los bosques donde pastan, las elevan y, volviendo sus ojos al cielo, las agitan suavemente corno si dirigieran una plegaría a la diosa, a fin de volvérsela propicia y benévola»; de la castidad, si es cierto que, según Aristóteles, cuando la hembra está gestando (dos años), él no se le acerca y no se aparea con ninguna otra hembra; sería incluso el vengador del adulterio.

LA ESCUADRA Y EL COMPÁS
La escuadra es uno de los más usuales símbolos de la Orden y el que junto con el compás, representa el signo más conocido de la Masonería. Constituye la joya del cargo de Venerable, porque este debe ser el masón más recto y justo de la Logia.
Símbolo de la rectitud a que el hombre debe sujetar todas sus acciones y de la virtud que debe rectificar nuestros corazones. La escuadra y la plomada previenen al masón que sea justo y equitativo. Al lado del compás que representa el cielo, adonde el iniciado debe dirigir constantemente sus miradas, la escuadra representa la tierra, á donde le encadenan sus pasiones; por lo que se dice, que el verdadero masón se encuentra siempre entre la escuadra y el compás, para expresar que está desprendido de las afecciones materiales, de las cosas terrenas y que solo anhela unirse a su celeste origen. En los tres grados simbólicos, es el símbolo de la rectitud masónica: el Aprendiz la usa como signo y en su marcha, marca la escuadra a cada paso. En el 2. ° grado, el signo al igual que la marcha, son también en escuadra. En el de Maestro, juega un importante papel en la leyenda de Hiram; con ella dio el segundo compañero uno de los golpes mortales a aquel venerable y gran Maestro. Según se ve en la interpretación astronómica de la mesa, en las tenidas de banquete, la escuadra está formada cuatro veces en el punto en donde se cortan los diámetros del círculo zodiacal, que lo dividen en cuatro estaciones. La escuadra es una de las seis joyas o alhajas de la Logia, y la primera de las tres llamadas movibles.
El compás, con las puntas hacia arriba, representa el cielo, adonde el iniciado debe dirigir constantemente sus miradas; la cabeza figura el disco solar, y las puntas o piernas, los rayos que irradian de él, como centro verdadero del inmenso círculo cuyos puntos iluminan por igual.
LA REGLA
En todos los templos simbólicos, figura entre los útiles alegóricos de la Masonería como emblema de la perfección. En las recepciones del grado de Maestro, sobre el bufete del segundo Vigilante, se ve una regla de 24 pulgadas ó con 24 divisiones. Con ella se hiere simbólicamente al recipiendario en el momento prescrito por el ritual, en representación del primer compañero de la leyenda que hirió con ella débilmente al Maestro Hiram. Según la interpretación astronómica de este grado, esta regla es una imagen de las veinticuatro horas que dura cada revolución diurna, primera distribución del tiempo, que después de la exaltación del gran astro, ataca débilmente su existencia dándole el primer golpe.
En el lenguaje figurado por regla se entiende los principios, las máximas, las leyes, todo lo que sirve, en una palabra, para dirigir y guiar la inteligencia y el corazón: así decimos, las reglan del deber, de la moral, de la urbanidad, etc. También se dice de las leyes humanas, los usos, las costumbres, como las reglas de la justicia; obrar en regla, proveer según las reglas.
En las ciencias y en las artes, esta voz designa los procedimientos que se emplean para su enseñanza, los principios y preceptos que facilitan la adquisición de su conocimiento, y que hacen más segura su práctica.

EL MALLETE
Nombre que se da al martillo que es símbolo de autoridad y corresponde al Venerable y a los dos Vigilantes, para que por medio de sus golpes dirijan los trabajos de los hermanos. Se dice primer mallete al cargo del Venerable, segundo mallete al del 1er. Vigilante y tercer mallete al del 2.° Vigilante.

EL CINCEL
Instrumento del grado de compañero, para facilitar el debastamiento de las piedras.

LA CUCHARA DE ALBAÑIL
Según el Diccionario Enciclopédico de la Masonería de Lorenzo Frau Abrines, el silencio "es una obligación que debemos observar dentro y fuera de Logia", pero no solo porque así lo disponen los antiguos usos y costumbres. Los escritores masónicos que han abordado el tema, recomiendan el Silencio como necesario al orden y la seriedad del trabajo esotérico, lo que distingue marcadamente las reuniones masónicas de las profanas.
"El Silencio practicado con una actitud iniciática se eleva al rango de Virtud, pues gracias a él es posible aprender a ser prudente, diligente, moderado y discreto, observar constructivamente las faltas y aprovechar los aciertos de los demás para bien propio y colectivo.
Dentro la Masonería Simbólica, el silencio está representado por la Cuchara (trulla, llana) con la cual prudentemente debe extendérselo a manera de una capa homogénea y consistente sobre los defectos de nuestros semejantes, tal como lo hace un masón operativo en sus construcciones, tratando al mismo tiempo de sacar provecho general de lo realmente importante y constructivo de sus aciertos.

LA PLOMADA
Simboliza en Masonería la rectitud que debe resplandecer en todos los actos y juicios de un buen masón y es también emblema de la justicia y equidad que han de tener indispensablemente todos los fallos emanados de los tribunales masónicos.
Para recordar estos deberes es por lo que los signos todos de los grados simbólicos se hacen siempre por la escuadra y la plomada, que es el distintivo del 2.° Vigilante y como tal, una de las alhajas o joyas de la Orden y que son siempre de propiedad del Taller


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