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martes, 7 de octubre de 2014

NÓMINA COMPLETA DE LOS MASONES AZULEÑOS EN 1902



Este hermoso documento que hallé en el A.G.L.A. me permitió recuperar el nombre, el grado y la ocupación de los 26 Hermanos que integraban la Logia "Estrella del Sud" en mayo de 1902.





Ellos eran: Aquiles Pouyssegur (Venerable Honorario); Carlos Montes; Manuel Cano, Adrián Loustau; Ambrosio Motti; Benito Garbarini; Juan Mocetti; Lorenzo Piazza; Norberto Ferrari; Juan Bianchi; Remigio Piazza; José D. Olivera; Félix Piazza; Juan B. Pinaqui; Santiago Piazza; Enrique Baron; Adolfo Vilatte; Agustín Lafontaine; Juan Vergés; Agustín Saffores; Silvano Saloy; Marino Marchisio; Mateo Viotti; Andrés D´Onofrio; Gumersindo Cristobó y Juan B. Italiani.

JUAN BAUTISTA ITALIANI
Llegó al Azul siendo muy joven, por los años1880/85.Tenia un almacén de ramos generales en la esquina de Centenario (hoy Cáneva) y San Martín frente a la estación del ferrocarril, donde después estuvo el Hotel Vasconia, hoy demolido, con su hermana Adela. Estaba casado con Catalina Moroni.
De profesión contable y tenedor de libros, fue uno de los fundadores del Centro de Comerciantes (o Liga Comercial e Industrial de Azul) en 1917.

Nacido en Chiavari, Italia, fue iniciado en “La Estrella del Sud” en mayo de 1901. Es uno de las personas que firma la libreta de reconocimiento conyugal Marchisio-Piazza. Datos y fotografías gentilmente proporcionados por el amigo Juan Manuel Basualdo, su bisnieto.






SILVANO SALOY
Francés, comerciante. Iniciado en noviembre de 1890. Era propietario de una casa de depósitos, comisiones y consignaciones, y de la Barraca “Francesa”.
Yuyú Guzmán (op.cit.) nos narra lo siguiente:
“Un día llegó al almacén y panadería “El Progreso” (de los hermanos Lafontaine) un joven recién venido de Francia. Se llamaba Silvano Saloy. Empleado trabajador y de excelente condición humana, no sólo atrajo la atención de sus patrones, sino que conquistó el corazón de una hija de Andrés Lafontaine, llamada María Luisa, con la que contrajo matrimonio. Al disolverse la sociedad de “El Progreso” por el regreso de los hermanos Lafontaine a Francia, María Luisa y Silvano crearon en el mismo lugar un establecimiento ganadero llamado “San Silvano”, cerrando definitivamente el almacén en 1918.”

AGUSTIN SAFFORES (1860-1904)
Argentino, hacendado, fue iniciado en “La Estrella del Sud” en noviembre de 1890.
Nacido en Ranchos, desde los 12 a los 18 años trabajó en un comercio de Buenos Aires. Dos años después contrajo matrimonio, y en 1882 se hizo cargo de la administración de la estancia “El Fortín de Rivas” de E. Bonifacio, situada en el Partido de Juárez en las cercanías de su límite con Azul.
Allí trabó amistad con Pedro y Mariano Pereyra, lo cual lo decidió a trasladarse al naciente pueblo de Laprida con su esposa e hijos. Aquí fue propietario del Hotel “San Pedro”, que mandó construir. Tras venderlo, compró el campo “del inglés Purvis” en la zona de Paragüil, y la estanzuela “La Elena” de su amigo Diego E. Torry.
Tuvo casa de remates y realizó en Laprida el primer remate-feria de hacienda. Años más tarde se asoció con sus amigos Juan y Marcelino Arnaude para formar la sociedad “Saffores y Arnaude Hnos.”.
Ejerció relevantes funciones públicas. Fue el Presidente de la Corporación Municipal de Laprida en 1893 y 1897; también el primer Intendente Municipal de ese pueblo en 1898-99, repitiendo el cargo en el período 1902-1903.




JUAN VERGES
Francés, comerciante. Iniciado en “La Estrella del Sud” en noviembre de 1890.
Era propietario de una panadería.

AGUSTIN LAFONTAINE
Francés, hacendado, iniciado en noviembre de 1890. Fue presidente de la Sociedad “Unión Francesa” de Azul. 
En 1911, momento en que se retiró de la Logia, sin pase, ostentaba el grado de Maestro. 

LORENZO PIAZZA (1853-1935)
De origen italiano, nacido en Craveggia, Novara, Italia, vino joven al país y se radicó en la localidad de Azul, donde desarrolló sus actividades creando diversos establecimientos industriales que con el tiempo alcanzaron un gran desarrollo. Intervino activamente en la vida local y fue generoso sostenedor de varias obras de bien. Activo dirigente de la Sociedad Filantrópica Italiana.
Disiento con Lappas cuando en su obra La Masonería argentina a través de sus hombres” consigna que fue iniciado en 1907 en la Logia Estrella del Sud N° 25. Según surge del Cuadro Lógico correspondiente al mes de marzo de 1902, su iniciación tuvo lugar en agosto de 1885. En 1887-88 y según consta en la documentación obrante en el AGLA, ya Lorenzo Piazza se desempeñaba como Porta Espada en nuestra Logia. En el período siguiente figura como Hospitalario. En 1904-05 ocupa el cargo de Archivero y Guardasellos, al igual que en 1907-08. En 1909-10 era Maestro de Banquetes.
Casado con Catalina Rosa Motti, del matrimonio nacieron diez hijos, ocho varones y dos mujeres. Una de éstas, María, casó con Leopoldo Marchisio. 
Don Lorenzo Piazza tuvo el honor de ser designado “Caballero de la Corona de Italia” por el Rey Víctor Manuel III.
En el año 1942, la Municipalidad de Azul resolvió denominar como “Avenida Piazza” a la prolongación de la Avda. Mitre desde calle Morales (hoy Malvinas) hasta la ruta nacional Nº 3, en homenaje a la fecunda labor realizada en pos del progreso de la ciudad por Lorenzo, sus cuatro hermanos y descendientes, tarea que resulta imposible dejar reflejada en estas breves páginas.
Sus hermanos fueron Félix, Francisco, Remigio y Pedro, todos ellos miembros cotizantes de la “Estrella del Sud”.



                               



La Familia Piazza en las bodas de oro de Lorenzo y Catalina


lunes, 6 de octubre de 2014

NUEVAS ELECCIONES Y REINCORPORACIÓN A LA OBEDIENCIA

(1902)

En junio de 1902 se revitaliza la Logia local, celebrándose las nuevas elecciones para Dignatarios y Oficiales del Taller.
El cuadro queda compuesto de la siguiente manera:

Venerable: Ambrosio Motti

1er. Vigilante: Santiago Piazza

2º Vigilante: Enrique Baron

Orador: José Olivera

Secretario: Félix Piazza

Secretario Adjunto: Marino Marchisio

Tesorero: Adolfo Vilatte

Hospitalario: Norberto Ferrari

Maestro de Ceremonias: Remigio Piazza

Maestro de Banquetes: Adrián Loustau

Guarda Templo: Andrés D’Onofrio

1er. Diácono: Mateo Viotti

2º Diácono: Gumersindo Cristobó






En consecuencia, el 28 de junio de 1902 el Gran Maestre de la Orden dicta el siguiente Decreto:

"Habiendo la Augusta Logia “Estrella del Sud” llenado  las prescripciones constitucionales de acuerdo con el decreto de fecha 26 de mayo último
El Gran Maestre de la Orden
Decreta:
Art. 1º: Declárase definitivamente incorporada a esta Obediencia y Supremo Consejo del Gran Oriente la Augusta y Respetable Logia “Estrella del Sud” del Valle del Azul con todos los Derechos y Deberes que las leyes vigentes acuerdan a las Logias Simbólicas.
Art. 2º: Apruébase el proceso de las elecciones generales de Dignatarios y Oficiales y autorízase su instalación para el período de 1902 a 1903.
Art. 3º: Hágase saber, etc.
Dado y firmado en el Orden de Buenos Aires a veintiocho de junio de mil novecientos dos Era Vulgar."

El Consejero de Gobierno

C.V. Palacios





Veamos ahora algunos datos biográficos de los Hermanos no mencionados hasta el presente.

MARINO MARCHISIO
Arribó a la Argentina ya graduado de farmacéutico como su padre Giacinto, instalándose en la ciudad de Las Flores hasta que en 1884 decide trasladar su farmacia al Azul, esquina de Burgos y Belgrano. También poseía titulo de médico y había entablado relaciones comerciales con los indígenas, basadas en la mutua confianza.
El pueblo del Azul ofrecía enormes posibilidades de desarrollo, pero como su salud había comenzado a flaquear, convocó a su hermano Leopoldo para que lo acompañase en la aventura.
Intervino en distintas entidades de servicio, tales como la Sociedad Filantrópica Italiana y la Sociedad “Dante Alighieri”. Regresó a Italia en 1907 al producirse la muerte de su padre (pero luego lo veremos nuevamente en Azul haciéndose cargo de la farmacia en 1910). Murió en Italia sin dejar descendencia.
Iniciado en abril de 1901. En la Logia local fue Secretario Adjunto en 1902-03, Orador en 1903-04, 1er. Experto en 1905-06; en 1906-1907 Secretario y 1er.Experto. En 1910-11 es electo nuevamente Secretario, alcanzando la dignidad de Venerable en 1911-12.

ADOLFO VILATTE (1874-1934)
Francés (nacido en Fontrailles, cantón de Trie-Sur-Baise, Pays de Coteaux, La Bigorre, Altos Pirineos) de ocupación comerciante. Fue iniciado en la "Estrella del Sud" en noviembre de 1890. Tesorero en 1902-03, en 1905-06, se desempeñó como Archivero y Guardasellos. En 1907-08 actuó como Secretario de “La Estrella del Sud”.En 1908-09 fue electo 2º Vigilante y en 1909-10 Secretario Adjunto. Cumplió funciones de 1er.Vigilante en 1910-11, y de 1er.Maestro de Ceremonias en 1911-12.
Fue propietario del Hotel “Colón” de calles Colón y 9 de Julio, Secretario durante más de veinte años de  la Sociedad Francesa de  Beneficencia y Socorros Mutuos, y miembro activo de la Biblioteca Popular. También presidió la Liga Comercial e Industrial de Azul. Realizó la primera traducción al francés de los “Consejos del Viejo Vizcacha”, los cuales aparecieron en la Revista “Azul” que dirigiera el Dr. Bartolomé J. Ronco entre 1930 y 1931. Casó con la viuda de Rementería.
En 1911 publicó, por la imprenta de "El Comercial", sus Ensayos Poéticos. Fue autor de numerosos textos en verso y prosa en francés, hoy en poder de su descendiente Adolfo Mirande, quien nos ha facilitado muchos de estos datos y las imágenes que seguidamente se reproducen. Gesto que agradezco muy sinceramente.







Miembro no identificado de la Flia. Rementería, posando con su banda masónica.


NORBERTO FERRARI (n.1858)
Argentino, sastre su oficio. Iniciado en agosto de 1885. Hospitalario en 1902-03.Alcanzó al menos el Grado de Maestro. En 1904 fue radiado del Taller por falta de pago.




ANDRES D´ONOFRIO
Italiano, poseía un importante comercio de platería y joyería. Fue iniciado en mayo de 1901. En 1902-03 integraba el cuadro lógico como Guardatemplo; en el período 1904-05 como Tesorero, y en 1905-06 y 1907-08 como Hospitalario. Integró las directivas de la Sociedad Filantrópica Italiana y de la Sociedad “Dante Alighieri”. Se alejó con plancha de pase y quite en 1911, cuando ostentaba el grado de Maestro.




MATEO VIOTTI (n. 1863)
Italiano, empleado. Iniciado en “La Estrella del Sud” en abril de 1901, en 1902-03 se desempeña como 1er. Diácono.
Tesorero del Banco Comercial del Azul y Presidente de la Sociedad Filantrópica Italiana y de la Sociedad “Dante Alighieri”. Fue expulsado en 1905.

GUMERSINDO CRISTOBÓ (1870-1925)
Nació en 1870, en la ciudad de 9 de Julio. A temprana edad se recibió de escribano, y se radicó en Azul a poco de obtener el título. Aquí conoció a la joven azuleña Josefa Posse, con quien se casó.
En 1899 comenzó a ejercer como escribano en la ciudad, y al mismo tiempo inició su participación en la política como miembro de la Unión Cívica Radical, partido por el cual ejerció distintos cargos directivos, incluso la presidencia del mismo.
Cristobó fue tres veces Presidente del Concejo Deliberante de Azul.
En 1920 fue elegido como Diputado nacional y reelecto en 1924. Desde su banca de legislador presentó una importante cantidad de proyectos, destinados al progreso del interior, en especial para su ciudad. Así, entre otros, gestionó y obtuvo la instalación en Azul de una sucursal del Banco Hipotecario Nacional. Poco después, consiguió la partida presupuestaria necesaria para la construcción del Colegio Nacional de Azul, que ya funcionaba desde el 1 de junio de 1912 en un precario edificio.
Falleció a los 55 años de edad, haciendo ejercicio de su mandato popular, el 20 de febrero de 1925. 

(Datos tomados de Sarramone A: "Historia del Antiguo pago del Azul",cit.)










lunes, 29 de septiembre de 2014

DON MANUEL LÓPEZ GONZALEZ

(1840?-1927)

Imaginemos un Azul con 8.000 habitantes, sin el Parque ni la Catedral, con una Plaza central que ni siquiera ostentaba las famosas, luego denostadas y censuradas Nereidas. Mayoría de casas bajas; la calle Colón poblada de acacias negras cuyas copas se entrelazaban para formar un refugio de sombra y frescura, camino a la quinta de Ceferino Peñalba.; el terreno de lo que sería la Escuela Normal transformado de lodazal en monte de árboles frutales. Los visitantes hallaban confortable alojamiento en el Hotel de la Paz, de Adrián Loustau, con 33 cuartos amueblados estilo Luis XVI; o en el más modesto “de la Bonne Soupe”, regenteado por Marcial Fortané.
Quien deseaba un buen traje podía requerir los servicios de Don José Sisce, que en su sastrería prometía prontitud y esmero en los trabajos; mientras que las amas de casa surtían sus alacenas en el Mercado “Porvenir”, quizás no todo lo limpio que las normas de higiene aconsejaban.
Ese año de 1892 fructificaban, dos décadas después, los esfuerzos que en 1872 comenzara la Sociedad de Instrucción y Recreo “La Cosmopolita” para a dotar a nuestra ciudad de una Biblioteca Popular.  
Y un inmigrante asturiano llamado Manuel González López, casado y con siete hijos en su haber, recibía de la Comisión Directiva la siguiente nota:
                                                                         
                                                                
“Azul, Agosto 27 de 1892
Sr. Manuel G. López:
Me es grato comunicar a Ud. que la C. D. de la Biblioteca Popular que tengo el honor de presidir, ha resuelto en la sesión de ayer nombrarlo Bibliotecario, de conformidad con la solicitud presentada por Ud. (...) debiendo hacerse cargo de su cometido desde el 1° de Setiembre próximo. En tal virtud y aceptado por Ud. el cargo, debe recabar de la Secretaría las instrucciones (...).
Saluda a Ud. atte. Fdo. Francisco T. Dominique. Ramón A. Díaz.”


No ejerció sus funciones mucho tiempo, pero sí el suficiente como para posar para la posteridad con la banda de la Logia Masónica “Estrella del Sud Nº 25-Valle del Azul” en la cual se desempeñó como Orador Adjunto entre 1887 y 1889.





Anticlerical a ultranza, fueron famosas sus colaboraciones en los periódicos locales, las cuales le ocasionaron más de un disgusto.
Vaya ésta como ejemplo, publicada en "El Imparcial" del 27 de mayo de 1902:


Te-Déum Laudamos


Esta palabra en la gerga (sic) de la iglesia católica, significa el dar gracias á Dios por algún beneficio recibido.
Nos dicen que el Sr. Cura Párroco- que entre paréntesis- recibe de la comuna 120 $ m/n mensuales para pagar alquiler de su casa particular y de la que ocupa la iglesia, se negó a efectuar la ceremonia del Tedeúm (sic), en la fiesta patria de éste mayo, sino le pagaban la suma de 200 $ m/n. Tenemos que advertir, de paso, que el Sr. Cura dice ser nacido Argentino.
El Sr. Intendente, consultando los intereses del municipio, se negó también a ese despilfarro.
La fiesta patria, sin necesidad de los canturregeos (sic) de los curitas, ha estado brillantísima; además, una ceremonia en la iglesia dando gracias a Dios (¿por qué?)  al compás de un órgano, en una fiesta o aniversario cualquiera, es, si bien se mira, muy ridículo; ¿hasta cuándo hemos de ser inconcientes (sic) y rutinarios? 
Como decíamos; la fiesta patria de mayo de este año en nuestra ciudad, no ha dejado nada que desear en brillo y patriotismo, la inauguración del alumbrado a gas acetileno en toda la plaza Colón, y en el lujoso palacio municipal, que ha resultado ser un adelanto novedoso, ha contribuido a ello de una manera agradable. 
Por otra parte: las cultas e ilustradas personas que están al frente de nuestra comuna, principalmente el Sr. Presidente del concejo Dr. Astorga y el Sr. Intendente Dr. Pintos, tienen entre manos y en proyecto muchas obras de interés y utilidad pública, y han obrado muy cuerdísimamente en no distraer dinero para mantener zánganos.
Tal vez sea el Azul el único pueblo de la república, que se ha distinguido por este rasgo típico de cultura cívica.
Nuestro sincero aplauso.
                                                                     Tubalcain







La reacción no se hizo esperar, y en el periódico citado, del día 15 de junio de 1902 leemos:

COLABORACIONES DE TUBALCAIN

“ Contestando a la pregunta que muchas personas nos han dirijido (sic) y satisfaciendo un deseo de nuestra propia conciencia volvemos a hacer saber que la redacción de EL IMPARCIAL  no se ha hecho nunca solidaria de las ideas  y juicios emitidos por nuestro colaborador Tubalcain, quien por otro lado es una persona conocida, de seriedad, que cuenta con la hospitalidad que le hemos ofrecido porque on ne tue pas les idées y que siempre ha asumido toda la responsabilidad en sus generalmente bellos e instructivos escritos.
Se nos dice que porqué no permitimos colaboraciones tendientes a discutir y destruir las ideas de Tubalcain, a lo que contestamos que admitiremos escritos siempre que en ellos se observe la misma moderación, respeto, decencia en que encuadra sus escritos nuestro colaborador.
Dejamos satisfechos a los preguntones que con esta respuesta no nos fastidiarán más.”

Pero Tubalcain-López volvió a la carga el 5 de junio de 1904, esta vez firmando con sus iniciales:

                                             
                     COLEGIOS CON DIOS
                        “Sepulcros blanqueados”

“No poca extrañeza ha causado a la mayoría de nuestra culta población, el que durante la temporada de pestes endémicas porque atravesamos, no se les haya ocurrido a nuestras autoridades mandar clausurar las escuelas particulares ni la iglesia parroquial, y sí la escuela normal y las del estado; ¿será acaso porque en las primeras se enseña religión como en la iglesia, y de esta manera se cree que están inmunes y bajo la protección de Dios?
No podemos figurarnos semejante absurdo, porque nos consta que nuestros ediles actuales son lo suficientemente ilustrados; más bien suponemos se hayan procedido así por indiferencia o descuido.
Pocos son hoy los que ignoran que los colegios en que se dá educación religiosa, están ellos, por este solo hecho, en continuo estado de epidemia, moralmente, se entiende; y por la salud de la sociedad, de la familia, y del progreso y bien de la patria, debieran clausurarse de una vez para siempre, como lo han hecho en la culta, en la grande y sin par Francia, iniciadora de todos los grandes ideales.
Nuestras leyes prescriben la enseñanza obligatoria laica. No obstante, los colegios de enseñanza religiosa cunden en la patria de Bernardino Rivadavia, como cunde todo lo malo que no se extirpa; cunden porque nuestros poderes públicos están sugestionados por el elemento clerical, por el elemento conservador del atraso, de la ignorancia y de la mentira, que conduce a los pueblos a la ruina y al descrédito.
El clero católico califica a las escuelas laicas, escuelas sin Dios,  porque en ellas no se enseña religión; no siendo todas las religiones en general, y muy especialmente la católica, otra cosa que invenciones absurdas que tienen por base el error y la mentira, y por fines el negocio.
En las escuelas laicas, se enseña la verdad hasta donde es y puede ser conocida y estudiada, en esos dos grandes libros siempre abiertos a la investigación humana: la experiencia y la naturaleza; ¿acaso esta última magnífica y maravillosa obra no es del mismo Dios?
¿Qué mejor religión puede uno imaginarse que la que enseña a conocer a Dios, ante la magnitud, ante la grandeza de su obra?
La verdadera religión es sin duda alguna la ciencia y el libre albedrío del pensamiento y la conciencia con que el Creador dotó a sus criaturas, y en los colegios religiosos sólo se enseña lo que conviene a los que viven de la iglesia y de sus dogmas; una fe ciega, incondicional, es decir, la abdicación del pensamiento, la esclavitud de la razón; a creer en falsedades, sin permitir el libre examen de ellas, y en un Dios imposible, contradictorio y brutal; pervirtiendo de esa manera los naturales sentimientos humanos de las criaturas puestas en sus manos, atrofiándoles el corazón y el cerebro, por un infame cálculo, por un criminal egoísmo.
Ya que no sea posible por ahora evitar el establecimiento de semejantes colegios, trátese de hacer el vacío con ellos, no olvidando los padres de familia, que aman de veras a sus hijos, que quieren su bien y su felicidad, que en ellos y a su frente, figuran siempre mujeres religiosas, célibes, de aspecto hipócrita de santas y humildes; castas, a juzgar por las blancas tocas que cubren sus pechos y sus frentes; pero que en realidad, detrás de ellos, cuya historia en general es siempre misteriosa, están los curas y los frailes, hombres que procuran encubrir sus pasiones y sus vicios de célibes forzados, con los hábitos talares y el nombre de representantes de Dios, que por sus escándalos diarios, bien pudiérase llamárseles representantes del diablo!
Las que con el nombre de hermanas, dirigen, pues, los colegios religiosos, son esclavas incondicionales del clero, y éste es el que en realidad gobierna y dispone en ellos.
De estos colegios religiosos focos de grandes escándalos mal disimulados, focos de corrupción y atraso, que se van extendiendo en nuestro país como una plaga de la peor especie, se puede repetir aquello del evangelio: Sepulcros blanqueados; pudredumbre por dentro.

       
                                                                                  M.G.L.


TUBALCAIN, EL SEUDÓNIMO ELEGIDO
No era casual, sino de profundo significado masónico.
Según Christian Gadea Saguier (http://losarquitectos.blogspot.com) a través del Génesis todo lo que sabemos de Tubalcain es que fue hijo de Lamech y Zillah, y poseía el cargo de "Instructor de todos los artífices en el bronce y el hierro". 
Se dice también que Tubalcain era célebre por sus conquistas guerreras y excedía a todos los hombres en fuerza y poder. También existe un relato del protometalúrgico, que es posible hallarlo en el célebre fragmento de Sanconiatho, un escritor fenicio que habría vivido antes de la Guerra de Troya. Este sostiene que Tubalcain, bajo el nombre de Chrysor - sin duda una corrupción de chores ur en hebreo - es el obrero que trabaja con fuego, o sea, el herrero.
Tubalcain refiere simbólicamente al trabajo masónico de la búsqueda de la Luz.



Hombre de variados intereses y múltiples capacidades, que heredarían sus hijos, López fue propietario de la Gran Peluquería Española, en la esquina Oeste de calles Mitre y Uriburu, ubicada junto a la finca de otro grande de la historia local: Don Paulino Rodríguez Ocón.
Allí Don Manuel no solamente atendía el pelo y la barba de los azuleños: su comercio era, también, confitería, café y sala de billares.
Y cuando era requerido, el fígaro-bibliotecario se transformaba prestamente en sacamuelas, no dudando en aplicar voraces sanguijuelas o ardientes ventosas a sus sufridos pacientes, incluso a domicilio.
En un Azul donde todo estaba haciéndose, hombres como Manuel G. López (así le gustaba firmar) iban dejando su impronta, con tal hondura que aun hoy los recordamos con respeto y admiración.




Para una completa biografía de Manuel López y sus descendientes (entre ellos el reconocido pintor Alberto López Claro o "Claudio Lantier") puede consultarse el siguiente link, correspondiente al Museo Municipal de Arte López Claro de nuestra ciudad:

http://www.museolopezclaro.com.ar/alberto-lopez-claro-origenes.php

Fuentes: mi artículo publicado en el libro "Bettinelli-López Claro" (Buenos Aires, el museo,2009). Porro, Vicente J.: "La Biblioteca Popular de Azul desde su fundación" (cit.). Documentación de archivo de la Biblioteca Popular de Azul "Bartolomé J. Ronco". Periódico "El Imparcial" en la Hemeroteca de Azul "Juan Miguel Oyhanarte".


jueves, 25 de septiembre de 2014

RECONSTRUIR LA LOGIA (1898)

Las dos noticias periodísticas fechadas en 1898 a las que haré referencia son aparentemente contradictorias. Sin embargo, reafirman a mi entender la hipótesis de que los trabajos de la Logia "Estrella del Sud" continuaron, aunque con menor intensidad, luego de la ruptura de relaciones con el Grande Oriente.

Tenemos por un lado este breve artículo del periódico "El Imparcial":

“Masonería azuleña”. Tenemos conocimiento que entre varios masones del Azul se agita la idea de reconstruir la abandonada Logia o, si esto no fuera factible, levantar nuevas columnas. Verdaderamente es inexplicable el abandono en que ha caído la tan digna y famosa Logia Estrella del Sud cuya acción progresista ha llegado en un tiempo no muy lejano a conmover al Gran Oriente Argentino. No creemos difícil la tarea de levantarla de su postración: no habrá en Azul un solo masón que niegue su concurso a tan noble causa, por lo que la iniciativa a que nos referimos no podrá tener sino el más lisonjero de los éxitos. Aplaudimos sin reservas el noble propósito: la masonería es progreso, luz, caridad, y debe irradiar en todas las sociedades cultas”.

Mas en el mismo año, más precisamente el 9 de junio, el citado periódico daba cuenta de la visita al Azul del teólogo suizo Paul Besson a fin de dar una conferencia en la sede de la Logia local sobre el tema "La Libertad".




Erudito y amante de los libros, Paul Besson (1848-1932) estudió Teología en la Universidad de Neuchatel. En 1870 fue ordenado Ministro de la Iglesia Reformada. Tras fundar una iglesia independiente de las ingerencias del Estado se trasladó a Lyon, convirtiéndose a la religión bautista. 

Llegó a la Argentina en 1881, invitado por una pequeña colonia de bautistas franceses en la provincia de Santa Fe. Al poco tiempo se trasladó a Buenos Aires, donde organizó la primera iglesia bautista de habla hispana. 

Entre sus logros, Besson realizó la primera traducción latinoamericana del Nuevo Testamento, directamente del griego al castellano. 
Según sus biógrafos, fue un gran defensor de la libertad social y religiosa, combatiendo los errores de la Iglesia de Roma, en el entendimiento que era imposible edificar las verdades del Evangelio sin antes demoler los castillos de la superstición y la falsedad.

Fuente: http://biografías.blogspot.com.ar (sitio web que ya no se encuentra disponible)

Y la mejor prueba de que los trabajos no habían cesado la encontramos en la sanción de este Reglamento Interno que, con la firma de Aquiles Pouyssegur como 1er. Vigilante y Félix Piazza como Secretario, fue aprobado en Tenida del 26 de octubre de 1898.



miércoles, 17 de septiembre de 2014

¿CESARON LOS TRABAJOS A PARTIR DE 1890? LA BIBLIOTECA POPULAR DE AZUL.








Este documento, tomado del Nº 2 de la Guía-Anuario Comercial, Industrial y Rural del Azul, publicada en 1892 por Juan Forns y Artigas es suficiente prueba de que la actividad de la Logia "Estrella del Sud" no se interrumpió, sino que los operarios continuaron trabajando sin depender de Obediencia alguna. 

1892 es un año de significativa importancia, pues en el mismo se funda la Biblioteca Popular de Azul, debido a la decisiva actuación de varios Hermanos de la Logia azuleña, como seguidamente veremos.



Primeros intentos fundacionales de la Biblioteca. Decisiva influencia de la masonería en general y de Logia Masónica “Estrella del Sud Nº 25” en particular. La Sociedad de Instrucción y Recreo “La Cosmopolita”. (1872)


Como bien lo señala el historiador de la masonería Alcibíades Lappas[1] "A la iniciativa de nuestros hermanos, quienes constituyeron los núcleos iniciales de múltiples obras de bien publica y de progreso, en todos los campos de la actividad nacional, publica y privada, se deben: las primeras bibliotecas populares que funcionaron, la primera Comisión Municipal de esta ciudad, germen de su actual gobierno comunal, la primera escuela de artes y oficios que se organizara en el país, la Sociedad Tipográfica Bonaerense, la Sociedad Farmacéutica y Bioquímica Argentina, el Colegio de Escribanos, la Sociedad Geográfica Argentina, la Sociedad Amigos de la Astronomía, la Sociedad Rural Argentina, la Sociedad Científica Argentina, la Academia de Medicina, el Circulo Medico Argentino, el Instituto Geográfico Argentino, el Centro Naval, el Circulo Militar, la Fraternidad, que agrupa y sigue agrupando a los maquinistas ferroviarios, la Fraternidad de Concepción del Uruguay, benemérita institución que ha tenido gran influencia en la formación de ciudadanos progresistas en el litoral de la República, la Unión Industrial Argentina, el Circulo de la Prensa, el Ateneo Iberoamericano de Buenos Aires, el Asilo de Mendigos, el Asilo de Sordomudos, el Hospital Durand, el Hospital de Niños y todos los hospitales de colectividades extranjeras que hoy brindan sus servicios no sólo a esas colectividades, sino también a gran parte de la población, y hasta la Sociedad Protectora de Animales”.


Es por todos sabido que el gran Domingo Faustino Sarmiento, propulsor de la ley de creación de las Bibliotecas Populares que hoy es conocida con su nombre, ostentó el Grado 33, el más alto del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, el cual le fuera conferido por el Supremo Consejo Grado 33 para la República Argentina el 18 de julio de 1860, junto con los Generales Justo José de Urquiza, Bartolomé Mitre y Juan Andrés Gelly y Obes, y el Dr. Santiago Derqui.

El 29 de septiembre de 1868, días antes de asumir la Presidencia de la República, Sarmiento pronunciaba un famoso discurso en un banquete que le fuera ofrecido por la Masonería nacional, en la cual entre otras cosas dijo:

“Hermanos:


Al manifestar mi profunda gratitud por el sentimiento que nos reúne aquí hoy día para darme pública muestra de simpatía, me creo en el deber de expresar francamente mi respeto y mi admiración a los vínculos que nos reúnen a todos en una sociedad de hermanos.



Llamado por el voto de los pueblos a desempeñar la primera magistratura de una República que es por mayoría de culto católico, necesito tranquilizar a los timoratos que ven en nuestra institución una amenaza a las creencias religiosas.


Si la masonería ha sido instituida para destruir el culto católico, desde ahora declaro que no soy masón.

Declaro además que, habiendo sido elevado a los más altos grados conjuntamente con mis hermanos, los generales Mitre y Urquiza, por el voto unánime del Consejo de Venerables Hermanos, si tales designios se ocultan aún en los más altos grados de la Masonería, esta es la ocasión de manifestar que, o hemos sido engañados miserablemente, o no existen tales designios ni tales propósitos. Y yo afirmo solamente que no existen, porque no han podido existir, porque lo desmiente la composición misma de esta grande y universal confraternidad. 


Hay millones de masones protestantes; y si el designio de la Institución fuera el atacar las creencias religiosas esos millones de protestantes estarían conspirando contra el protestantismo y a favor, por tanto, del catolicismo, de cuya comunidad están separados.


No debo disimular que S:S: el Sumo Pontífice se ha pronunciado en contra de estás sociedades. Con el debido respeto a las opiniones del Jefe de la Iglesia, debo hacer ciertas salvedades para tranquilizar los espíritus.

Hay muchos puntos que no son de dogma en los que, sin dejar de ser apostólicos romanos, los pueblos y gobiernos cristianos pueden diferir de opiniones con la Santa Sede. Dictaré algunos.


En el famoso “Syllabus”, S:S: declaró que no reconocía como doctrina sana ni principio legítimo la “soberanía popular”.


Bien. Si hemos de aceptar esa doctrina papal, nosotros pertenecemos de derecho a la corona de España.


Pero tranquilizaos. Podemos ser cristianos y muy católicos, teniendo por base de nuestro gobierno la soberanía popular.


El “Syllabus” se declara abiertamente contra la libertad de conciencia y la libertad de pensamiento humano.


Pero el que redacto el “Syllabus” se guardó muy bien de excomulgar de la comunidad católica a las naciones cuyas instituciones están fundadas sobre la libertad del pensamiento humano por miedo a quedarse solo en el mundo con el “Syllabus” en la mano.


Por lo que a nosotros respecta tenemos por fortuna el Patronato de las Iglesias de América que hace al Jefe del Estado tutor, curador y defensor de los cristianos que están bajo el imperio de nuestras leyes, contra toda imposición que no está de acuerdo con nuestras instituciones.


El Presidente de la República Argentina debe ser por la Constitución católico, apostólico, romano, como el rey de Inglaterra debe ser protestante, cristiano, anglicano.


Este requisito impone a ambos gobiernos sostener el culto respectivo y proceder lealmente para favorecerlo en todos sus legítimos objetos.


Este será un deber, y lo llenaré cumplidamente.


Un hombre público no lleva al Gobierno sus propias y privadas convicciones para hacerlas ley y reglas del Estado; monsieur Guizot, ministro de un rey católico, era protestante, adicto como el que más a su propia creencia, pero fiel expresión de las leyes de una nación católica.


Mas este deber no va hasta desfavorecer, contrariar, perseguir otras convicciones.


La libertad de conciencia es, no sólo declarada piedra angular de nuestra Constitución, sino que es una de las más grandes conquistas de la especie humana.


Digo más; la grande conquista por excelencia, pues de ella emana la emancipación del pensamiento que ha sometido las leyes de la creación al dominio del hombre.”


El genial sanjuanino fue designado Gran Maestre de la Masonería Argentina el 12 de mayo de 1882.


La Sociedad de Instrucción y Recreo “La Cosmopolita”.


La primera tentativa para organizar y fundar una Biblioteca Pública en Azul data de 1872. En ese año la C. D. de la Sociedad “La Cosmopolita”, en sesión del 12 de noviembre resuelve lanzar la iniciativa de la fundación de un centro de cultura de la índole que nos ocupa, y para llevar a la práctica tan plausible idea, nombrar una Comisión de su seno solicitando a la vez la cooperación de la Municipalidad.

Desde ese año se hace sentir la necesidad de la creación de centros de cultura en Azul y en las distintas tentativas hasta su constitución definitiva, sus iniciadores tomaron con entusiasmo la idea con las mismas razones y con los mismos esfuerzos, que suponen encausar a la población en estos principios de adelantos culturales. Así lo vemos en los trabajos de ese año y en los de 1887, 1892 y 1902 como también en las memorias e informes que se presentaron desde entonces hasta el momento actual.

La Comisión que nombrara “La Cosmopolita” en 1872 estaba formada como sigue: Señores Francisco Cesio, Blas Dhers, Eduardo Plot, Aquiles Pouyssegur, Federico Massios, Manuel Echave y José Frías y Garrido, solicitando a la Municipalidad el nombramiento de una Comisión para que en unión de la anterior llevase a la practica la idea y a la vez el aporte pecuniario necesario.

La Municipalidad concordante con ese pedido lanzó el siguiente Acuerdo el 27 de noviembre de 1872: 

“Penetrada esta Corporación de la verdad generalmente reconocida que las Bibliotecas Populares son o deben ser por lo menos el gran cumplimiento de la educación publica democrática, cuya celosa administración es uno de los primeros deberes de las municipalidades, la actual del Azul no desconoció nunca la obligación por ella contraída de iniciar la creación de este poderoso elemento de progreso moral e intelectual de este partido. Esperaban no obstante sus miembros la oportunidad de abrir ya los cimientos del gran edificio publico para las escuelas cuya autorización y aprobación esta gestionada ante el Superior Gobierno, para promover el amplio desarrollo de la asociación vecinal para la instrucción publica iniciada en 1871 entre nosotros por el noble propagandista de tan fecunda semilla el Inspector de escuelas Sr. D. Augusto Krause.”

Circunstancias tan notorias como desgraciadamente aciagas para nuestro progreso y dignidad social hicieron estériles o por lo menos poco fecundos los buenos deseos de la Municipalidad en el corriente año, en el sentido de organizar y cimentar sólidamente las bases bien entendidas de nuestros futuros y aun presentes bienes sociales.

En tal situación una sociedad de jóvenes llenos de nobles aspiraciones como suelen serlo en general las emanaciones de almas juveniles, lanzó al público la idea de fundar, apoyada por la masa general de nuestro vecindario una Biblioteca Popular que contribuya a parangonar por lo menos el progreso moral con el material de Azul.

Ese grito juvenil, ese espontáneo arranque cívico de la Sociedad “Cosmopolita” es a la vez un grave reproche a los hombres serios, padres de familia unos, hombres de posición expectable otros, pero responsables todos del destino de su era social por falta de iniciativa y de acción en pro de las reformas fundamentales que deben un día al fin, mas o menos remoto, asegurar para sus hijos o sucesores un bienestar mas perfecto, venciendo la ignorancia, la apatía, la inmoralidad y preocupaciones rutinarias que son los enemigos seculares de nuestra social y aun domestica felicidad.

Ese grito consciente, ese grito generoso de la Sociedad “La Cosmopolita” fue escuchado gratamente por la Municipalidad de Azul y a fin de hacer públicos sus respetos por la realización del cívico deber, que en las cultas y libres sociedades deben profesar para merecer su propia estimación, los que voluntariamente acepten públicos deberes acordó lo siguiente:


La Municipalidad por acuerdo del 27 del corriente ha formulado una lista de siete vecinos expectables, a quienes suplicara de oficio se dignen aceptar y cumplir la misión de constituirse en Junta bajo la presidencia y en la forma que la mayoría de su voluntad designe, para propagar por todos los medios a su alcance, utilizando los espontáneos servicios de los jóvenes de “La Cosmopolita”, una suscripción popular abriendo el competente registro de socios fundadores de la Biblioteca del Azul, ya como donantes de libros o de dinero para su creación, o ya de una cuota mensual o trimestral cualquiera que ella sea para su sostén y fomento, y redactando a la vez los estatutos de la Asociación popular para la Biblioteca pública con la actividad posible o necesaria.

Una vez concluido ese trabajo y concluido el número de socios suscritos, signifique a su juicio, un núcleo de voluntad pública suficiente a crear un principio de progreso intelectual y social para el Azul, imposible de ser desconocido o mal apreciado por su vecindario, se apresure a convocar Asamblea General de Socios para que aprobados allí los estatutos fundamentales de esta Asociación con modificaciones o sin ellas, pueda nombrarse enseguida con arreglo a la forma y manera adoptada ya por los Estatutos aprobados y sancionados, la primera Junta Directiva que haya de administrar y dirigir esta naciente institución.

Al efecto la Municipalidad se suscribe desde luego con la suma de cinco mil pesos moneda corriente, sin prejuicio de las subvenciones que en el porvenir pueda y deba dedicar a este objeto la corporación; cediendo además por de pronto y mientras no se construyan los edificios que han de servir de sagrado templo a nuestra educación popular, una de las habitaciones que hoy posee como propiedad municipal, reservándose sus miembros prestar su apoyo personal, pero sin carácter oficial, y solo como suscriptores o donantes, en la esfera que a cada uno convenga. Llenando así su imprescindible deber publico deja en plena libertada al vecindario para establecer su Biblioteca bajo bases esencialmente populares y solo espera la Municipalidad mucho y muy confiadamente de la sensatez y buen criterio de este vecindario en general y de los esfuerzos de la Comisión instaladora en particular, cuyos inteligentes miembros sabrán y querrán, a no dudarlo, inspirarse en el digno sentimiento de noble abnegación que hace siempre fácil a los buenos ciudadanos, molestarse algún tanto por la pública felicidad.


Los Señores a quienes la Municipalidad ha designado para pedirles este servicio son: Don Celestino Muñoz, D. Francisco Enciso, D. Elías Zerolo, D. Francisco Peranzola, D. Pedro Loustau, D. Juan Dhers y D. Manuel G. Bonorino.

Tal es el acuerdo Municipal que hace público por la prensa el infrascrito dejando así cumplido el mandato de esta Corporación.

Francisco Torres                                       José Botana


Secretario                                                 Presidente.



Asimismo, en la Sección Archivo Histórico del Museo Etnográfico “Enrique Squirru” (de propiedad de la Biblioteca Popular de Azul) se encuentra la siguiente nota:

“Azul, Diciembre 2 de 1872. Al Sr. Presidente de la Municipalidad.
En este momento acabo de recibir su nota por la que me comunica que la Honorable Corporación que tan dignamente preside, en reunión del 27 ppdo., ha tenido a bien designarme como miembro de la Comisión que deberá proceder a los trabajos que den por resultado la instalación de la “Biblioteca Popular del Azul”.

Como extranjero, faltaría a un sagrado deber de gratitud para con este hospitalario país si no aceptara con la mayor satisfacción este nombramiento; y como hombre, me hago el compromiso moral de, en unión de los demás señores de la Comisión, trabajar por la pronta fundación de la Biblioteca, que considero como base de la regeneración político-social, de éste, como de todos los pueblos. Salud y fraternidad. ELIAS ZEROLO”.

Casi un mes después de lanzada la iniciativa, el 10 de Diciembre se reunieron las dos comisiones que se designaran por la Municipalidad y la Sociedad citada, con el objeto de constituir sus autoridades y dar forma a la idea de organización de la Biblioteca Popular, considerando como puntos principales para ello, la recolección de fondos y de suscripción de adherentes a tan simpático esfuerzo.

De las resoluciones en esa sesión da cuenta la siguiente acta labrada entonces, que tomamos de la memoria de inauguración presentada por el Presidente D. Emilio F. Recke el 16 de abril de 1893 que dice:

“En el pueblo del Azul a 10 de diciembre de 1872 reunidos en la casa Municipal los que suscriben, designados por la Municipalidad y Sociedad “La Cosmopolita” para formar la Comisión Provisoria y proceder a los trabajos que han de dar por resultado la creación de la Biblioteca Popular, se constituyeron en sesión bajo la presidencia del Sr. Bonorino. En vista de la renuncia hecha por el señor D. Francisco Enciso de miembro de esta comisión se acordó nombrar en su lugar al señor Don Bartolo Gaviña. Acto continuo se procedió a la elección de cargos resultando: Presidente Blas Dhers, Vicepresidente D. Celestino Muñoz, Secretario Elías Zerolo, Vicesecretario D. Aquiles Pouyssegur, Tesorero D. Juan D. Dhers, Vocales, Manuel G. Bonorino, Eduardo Plot, Francisco Peranzola Pedro Loustau, Francisco Cesio, Federico Massios, Manuel Echave, Bartolo Gaviña y José Frías y Garrido. Esta Comisión concluirá su cometido tan pronto como reunido suficiente número de suscriptores, se lleve a la aprobación el reglamento por el que debe regirse la Asociación que sostendrá la Biblioteca, debiéndose nombrar entonces la Junta directiva administradora de la misma. Para confeccionar este reglamento se nombró a los Señores Frías y Garrido, Zerolo y Plot. Se acordó abrir una suscripción popular, tanto para los gastos de fundación de la Biblioteca como para sostenimiento que será encabezada por al Municipalidad, que se suscribe por una sola vez con la cantidad de cinco mil pesos m/corriente y la Sociedad “La Cosmopolita” con dos mil pesos. A fin de que esta suscripción de, como esta Comisión tiene derecho a esperar, los mejores resultados, quedaron nombrados los señores Dhers (Don Juan D.), Peranzola, Cesio y Loustau, para que unido a los vecinos que quieran prestarse a tan bello pensamiento, formen otras tantas comisiones bajo sus presidencias, que levanten las suscripciones en las secciones del pueblo conocidas como 1°, 2°, 3° y 4° respectivamente. Se acordó por último pasar una carta circular a varios antiguos vecinos de Azul, residentes hoy en Buenos Aires pidiendo su valiosa cooperación. Con lo cual se dio por terminado el acto. Firmados: Manuel G. Bonorino, E. Zerolo, José Frías y Garrido, Francisco Peranzola, Francisco Cesio, F. Massios, Juan D. Dhers, Manuel Echave, E. Plot y Aquiles Pouyssegur.”


No tenemos en nuestro Archivo ningún comprobante ni ninguna constancia de las actividades que desarrollara esa Comisión, ni del tiempo que subsistió, por lo que creemos que los tales comprobantes no existen o que su acción fue muy limitada, desapareciendo poco a poco entre la indiferencia y la desidia en que caen tales iniciativas en toda época y sobre todo en aquella en que la población de Azul estaba en su infancia educativa. La memoria que hemos citado del Sr. Recke, que es la que nos da los datos mas seguros sobre este asunto, con una precisión que es una verdadera historia de los comienzos de la Biblioteca, dice en uno de sus párrafos: 

“Lo que pasó después de lo acordado en el acta transcrita, (se refiere a la del 10 de diciembre de 1872) no lo sé, y solo hay constancia de que se recolectaron ocho mil pesos papel (330.64$m/l.) los que pasaron en deposito a la sucursal del Banco de la Provincia de esta”
Lo más probable es que la iniciativa no haya encontrado eco y que el bello gesto de La Cosmopolita a que se adhiriera la Municipalidad con tan buenas razones, fracasó por falta de apoyo de la población.

Es hora de dejar escrito que la gran mayoría de los miembros de “La Cosmopolita” pertenecían a la logia masónica local, como también lo serían luego los fundadores y los principales integrantes de la comisión directiva de la Biblioteca Popular.

Pasemos revista a la composición de “La Cosmopolita” en 1874: era presidida por Elías Zerolo, siendo su Vicepresidente Don Aquiles Pouyssegur. Como Secretario actuaba Manuel Echave y como Vicesecretario Ruperto Dhers. Todos ellos eran miembros activos de “La Estrella del Sud”, como así también militaban en la logia algunos de sus Vocales: tal el caso de José Frías y Garrido y Manuel López. La tradicional preocupación de los masones por la filantropía y la cultura se revela en la existencia de una sección “Biblioteca y Archivo” y una Sección Filantrópica, a cargo respectivamente, de Jorge Licier y Federico Massia. 

Masones eran también los miembros de la Corporación Municipal en ese año de 1874: tanto su Presidente Don Manuel Leal, que además ocupaba el cargo de Juez de Paz, como algunos de los Municipales titulares y suplentes: Matías Miñana, José Barés, Ceferino Peñalba, y el Comandante Militar Celestino Muñoz.

Masones eran en ese momento el Presidente de la Sociedad Francesa de Socorros Mutuos, Pedro Loustau (la primera de su tipo fundada al sur del Salado) y el primer Vicepresidente de la Sociedad Filantrópica Italiana, José Mastropaolo

De gran significatividad resulta también el número de miembros designados por la Corporación Municipal y la Sociedad “La Cosmopolita”: siete por cada parte.

El número siete es muy relevante en Masonería: Siete miembros hacen justa y perfecta una logia. Siete años y más es la edad simbólica del Maestro Masón. Los escalones que conducen a Oriente llevan el nombre de los siete artes: Gramática, Retórica, Lógica, Aritmética, Geometría, Música y Astronomía, según la interpretación de los primitivos masones; para otros, representan los pecados capitales, o perversas pasiones del corazón: soberbia, avaricia, lujuria, ira, envidia, gula, y pereza; cuyas sombras son dominadas por los rayos de las siete luces que irradian el triángulo sobre el sitial del Venerable Maestro que simbolizan las siete virtudes recomendadas por los teólogos: humildad, liberalidad, moralidad, paciencia, caridad, templanza y diligencia.

El Consejo Escolar instalado por aquellos años (29 de marzo de 1878) prestó también toda su atención a la formación de una Biblioteca Popular, de acuerdo con el temperamento que el Reglamento respectivo le indicaba, y con los escasos recursos que contara. Así en el proyecto que para el edificio de la escuela elemental de varones, confeccionara el Ing. Pedro Benoit, se dedicaban dos salas de la planta baja con ese fin, las que hoy ocupa la Presidencia del Consejo.

De la Memoria presentada en 1879 por el Consejo Escolar tomamos los siguientes párrafos que marcan su pensamiento y su acción:


“Penetrado como se halla de la necesidad de propagar la instrucción de todas las esferas, no podía menos de fijarse en el gran auxiliar de las Bibliotecas Populares, que contribuyen a fomentar y desarrollar la afición a la lectura, y consiguientemente a difundir la ilustración en todas las clases”


“Bien se comprende que para la realización de todos estos proyectos, que no se pueden improvisar en un momento, además del tiempo y poderosos recursos que son menester, hace falta decisión y perseverancia en los miembros que componen el Consejo Escolar y cooperación eficaz de la Municipalidad y del pueblo.”

Este Consejo que se preocupara por la instalación de bibliotecas públicas, haciendo incluir en el primer edificio que proyectaran el lugar necesario para la misma, lo formaban los señores D. Martín Abeberry como Presidente, y los Sres. D. Federico Olivencia, D. Torcuato Soriano, D. Francisco Ostolaza y D. Bernardino Legarraga.

Olivencia, Soriano y Ostolaza pertenecían a los cuadros de la Logia masónica azuleña.

Pasaron quince años de esta tentativa, en cuyo transcurso vinieron nuevos hombres que se apropiaron de la idea y por invitación del Doctor Isidoro Sayús se reúnen en el local del Café Colón un núcleo de personas bien intencionadas, con el objeto de llevar a la práctica lo que había fracasado en 1872. De esta reunión deja constancia la siguiente Acta:

“En el pueblo de Azul a los siete días del mes de Junio de mil ochocientos ochenta y siete reunidos los señores al margen designados en la casa Calle Alsina N° 79 por invitación del Dr. Don Isidoro Sayús con el objeto de iniciar los trabajos necesarios para la fundación de una Biblioteca Popular, se abrió el acto a las 9 de la noche bajo la presidencia provisoria de Dr. Sayús.
El Señor Presidente iniciador de esta reunión expresó en breves palabras el objeto de ella proponiendo se nombrara una comisión provisoria que corriera con los trabajos preliminares, recolecte fondos, redacte reglamentos, etc.
Después de un cambio de palabras entre algunos Señores presentes, se resolvió declarar que queda instalada la Sociedad de la Biblioteca Popular, precediéndose a la elección de la Comisión Provisoria, la que quedó constituida de la siguiente forma: Presidente Dr. Isidoro Sayús, Vicepresidente Dr. Ángel Pintos, Tesorero Dr. Francisco Ostolaza, Pro Tesorero Sr. Juan Joerez; Secretario Sr. Ramón A. Díaz; Pro Secretario Leoncio L. Daugá; Vocales Pedro Lacalde, Fidel Fernández, Dr. Emiliano Astorga, Juan C. Baygorria y Ramón Ande.
Esta Comisión podrá formar quórum legal con tres de sus miembros y convocará a Asamblea General una vez que tenga terminado su cometido para la inmediata instalación de la Biblioteca. Esta primera Asamblea discutirá el reglamento que haya confeccionado la C. Provisoria y podrá deliberar con solo quince de los miembros de la sociedad.
Con lo que terminó el acto firmando los presentes: I. Sayús, Ramón A. Díaz, P. Rodríguez Ocón, E. Magnasco, Francisco Ostolaza, Ángel Pintos, E. Astorga, Juan Joerez, Julio Claraz, José María Fernández, Pedro Lacalde, Mateo S. Boado, Julio S. Muñoz, José Delboy, P. Elizalde, Cornelio Ostem, A, Berthom, Alejandro Leal, Amaranto Saravia, J. Forns y Artigas, D. Cornille, Fidel Fernández, Leoncio Daugá, F. Duverges, J. M. Lorenzo, V. Ramírez, Salvador Bassi, Ramón Ande, A. Pernin, Bernardo Leal, M. Zorrilla, Aquiles Nigoul, Alberto Cornille, Gregorio Cassa.”

Esta iniciativa tampoco dio el resultado que se propusieron sus iniciadores.

“Se nombraron comisiones, dice en sus memorias el señor Recke, se intentaron colectas, se dieron funciones teatrales, cuyo producido debía destinarse a la creación de la Biblioteca etc., etc., etc., y... lo que pasó después tampoco lo se y solo me consta como a todos que esa vez como las anteriores el asunto no pasó de proyecto y la idea por segunda vez fue aplastada por la indiferencia pública, naufragando en el borrascoso mar de las discordias locales.”

Fracasado este nuevo intento, se produce el tercero y definitivo en 1892. El 18 de abril de dicho año se reúnen en casa del vecino Juan Forns y Artigas los jóvenes Maestros Normales José María Darhanpe, Eduardo G. Darhanpe, Víctor Nigoul y Arturo C. López; labrándose un acta que fue transcripta en hojas sueltas.
Los cinco asistentes a la reunión se encargaron de recolectar firmas de adhesión, colocando las copias en sitios públicos y recorriendo casa por casa en busca de apoyo. 

El Acta del 18 de abril de 1892 expresa:

“En el Azul, a los diez y ocho días del mes de abril de mil ochocientos noventa y dos, los abajo firmados reunidos con el objeto de dar forma a la idea de dotar al Azul de una Biblioteca Popular, teniendo a la vista las actas y decisiones de la Comisión que con idénticos propósitos se constituyó en el año mil ochocientos setenta y dos, y después de haber estudiado los distintos trabajos que en varias épocas se han iniciado, persiguiendo siempre el laudable propósito por aquella iniciada, declaran: 


1- Que se adhieren a los trabajos que se hagan hasta dejar instalada la Biblioteca Popular de Azul.


2- Que autorizan a Don José María Darhanpe, Don Arturo López Claro, Don Abelardo Cano y Don Eduardo G. Darhanpe para que inviten al mayor número de vecinos a firmar la presente declaración.


3- Que autorizan a Don José María Darhanpe y a Don Víctor Nigoul, para convocar a Asambleas de Adherentes cuando lo crean conveniente, debiendo designar para la reunión un local público o perteneciente a alguna Sociedad con el objeto de elegir la Comisión definitiva y sancionar las bases de la Asociación. 


Firmados: Arturo López Claro, Víctor Nigoul, José M. Darhanpe, Juan Forns y Artigas, Eduardo G. Darhanpe, Silvano Bonet, Ricardo Gaviña, Juan Belmar, Antonio L. Grillo, Reynaldo Díaz, Domingo Romeo, Luis Lacoste, Vicente Gauthier, E. F. Recke, Ramón A. Díaz, Manuel G. López, Benedicto E. Rodríguez, etc.

El 8 de mayo del mismo año se llamó a Asamblea de Adherentes, la cual resolvió dejar por constituida la Biblioteca Popular del Azul y nombrar una Comisión Provisoria presidida por el Sr. Emilio F. Recke, la cual debía llamar a Asamblea para elegir la C.D. definitiva.

Esta Comisión Provisoria trabajó con ahínco durante once meses, realizando quince sesiones. Se buscó local provisorio, se construyeron estanterías, se obtuvieron donaciones y subvenciones, se confeccionaron los primeros Reglamentos y Estatutos, y finalmente se llamó a Asamblea, la cual tuvo lugar el 18 de abril de 1893, quedando definitivamente establecida la Biblioteca Popular de Azul, actuando como Presidente el Sr. Silvano Bonnet y como Secretario el Sr. Ramón A. Díaz.



NOTA: Los contenidos volcados en esta página han sido tomados del trabajo titulado: "La Biblioteca Popular de Azul hacia el Bicentenario", el cual fuera confeccionado ante una convocatoria de CONABIP en el año 2009. Son sus autores Enrique César Rodríguez, Eduardo Agüero, Rosana Calderaro y Adriana Abadie.


[1] “La masonería argentina a través de sus hombres”.Buenos Aires, Talleres Gráficos Impresora Belgrano, 1966. 2ª. Edición.