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miércoles, 17 de septiembre de 2014

¿CESARON LOS TRABAJOS A PARTIR DE 1890? LA BIBLIOTECA POPULAR DE AZUL.








Este documento, tomado del Nº 2 de la Guía-Anuario Comercial, Industrial y Rural del Azul, publicada en 1892 por Juan Forns y Artigas es suficiente prueba de que la actividad de la Logia "Estrella del Sud" no se interrumpió, sino que los operarios continuaron trabajando sin depender de Obediencia alguna. 

1892 es un año de significativa importancia, pues en el mismo se funda la Biblioteca Popular de Azul, debido a la decisiva actuación de varios Hermanos de la Logia azuleña, como seguidamente veremos.



Primeros intentos fundacionales de la Biblioteca. Decisiva influencia de la masonería en general y de Logia Masónica “Estrella del Sud Nº 25” en particular. La Sociedad de Instrucción y Recreo “La Cosmopolita”. (1872)


Como bien lo señala el historiador de la masonería Alcibíades Lappas[1] "A la iniciativa de nuestros hermanos, quienes constituyeron los núcleos iniciales de múltiples obras de bien publica y de progreso, en todos los campos de la actividad nacional, publica y privada, se deben: las primeras bibliotecas populares que funcionaron, la primera Comisión Municipal de esta ciudad, germen de su actual gobierno comunal, la primera escuela de artes y oficios que se organizara en el país, la Sociedad Tipográfica Bonaerense, la Sociedad Farmacéutica y Bioquímica Argentina, el Colegio de Escribanos, la Sociedad Geográfica Argentina, la Sociedad Amigos de la Astronomía, la Sociedad Rural Argentina, la Sociedad Científica Argentina, la Academia de Medicina, el Circulo Medico Argentino, el Instituto Geográfico Argentino, el Centro Naval, el Circulo Militar, la Fraternidad, que agrupa y sigue agrupando a los maquinistas ferroviarios, la Fraternidad de Concepción del Uruguay, benemérita institución que ha tenido gran influencia en la formación de ciudadanos progresistas en el litoral de la República, la Unión Industrial Argentina, el Circulo de la Prensa, el Ateneo Iberoamericano de Buenos Aires, el Asilo de Mendigos, el Asilo de Sordomudos, el Hospital Durand, el Hospital de Niños y todos los hospitales de colectividades extranjeras que hoy brindan sus servicios no sólo a esas colectividades, sino también a gran parte de la población, y hasta la Sociedad Protectora de Animales”.


Es por todos sabido que el gran Domingo Faustino Sarmiento, propulsor de la ley de creación de las Bibliotecas Populares que hoy es conocida con su nombre, ostentó el Grado 33, el más alto del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, el cual le fuera conferido por el Supremo Consejo Grado 33 para la República Argentina el 18 de julio de 1860, junto con los Generales Justo José de Urquiza, Bartolomé Mitre y Juan Andrés Gelly y Obes, y el Dr. Santiago Derqui.

El 29 de septiembre de 1868, días antes de asumir la Presidencia de la República, Sarmiento pronunciaba un famoso discurso en un banquete que le fuera ofrecido por la Masonería nacional, en la cual entre otras cosas dijo:

“Hermanos:


Al manifestar mi profunda gratitud por el sentimiento que nos reúne aquí hoy día para darme pública muestra de simpatía, me creo en el deber de expresar francamente mi respeto y mi admiración a los vínculos que nos reúnen a todos en una sociedad de hermanos.



Llamado por el voto de los pueblos a desempeñar la primera magistratura de una República que es por mayoría de culto católico, necesito tranquilizar a los timoratos que ven en nuestra institución una amenaza a las creencias religiosas.


Si la masonería ha sido instituida para destruir el culto católico, desde ahora declaro que no soy masón.

Declaro además que, habiendo sido elevado a los más altos grados conjuntamente con mis hermanos, los generales Mitre y Urquiza, por el voto unánime del Consejo de Venerables Hermanos, si tales designios se ocultan aún en los más altos grados de la Masonería, esta es la ocasión de manifestar que, o hemos sido engañados miserablemente, o no existen tales designios ni tales propósitos. Y yo afirmo solamente que no existen, porque no han podido existir, porque lo desmiente la composición misma de esta grande y universal confraternidad. 


Hay millones de masones protestantes; y si el designio de la Institución fuera el atacar las creencias religiosas esos millones de protestantes estarían conspirando contra el protestantismo y a favor, por tanto, del catolicismo, de cuya comunidad están separados.


No debo disimular que S:S: el Sumo Pontífice se ha pronunciado en contra de estás sociedades. Con el debido respeto a las opiniones del Jefe de la Iglesia, debo hacer ciertas salvedades para tranquilizar los espíritus.

Hay muchos puntos que no son de dogma en los que, sin dejar de ser apostólicos romanos, los pueblos y gobiernos cristianos pueden diferir de opiniones con la Santa Sede. Dictaré algunos.


En el famoso “Syllabus”, S:S: declaró que no reconocía como doctrina sana ni principio legítimo la “soberanía popular”.


Bien. Si hemos de aceptar esa doctrina papal, nosotros pertenecemos de derecho a la corona de España.


Pero tranquilizaos. Podemos ser cristianos y muy católicos, teniendo por base de nuestro gobierno la soberanía popular.


El “Syllabus” se declara abiertamente contra la libertad de conciencia y la libertad de pensamiento humano.


Pero el que redacto el “Syllabus” se guardó muy bien de excomulgar de la comunidad católica a las naciones cuyas instituciones están fundadas sobre la libertad del pensamiento humano por miedo a quedarse solo en el mundo con el “Syllabus” en la mano.


Por lo que a nosotros respecta tenemos por fortuna el Patronato de las Iglesias de América que hace al Jefe del Estado tutor, curador y defensor de los cristianos que están bajo el imperio de nuestras leyes, contra toda imposición que no está de acuerdo con nuestras instituciones.


El Presidente de la República Argentina debe ser por la Constitución católico, apostólico, romano, como el rey de Inglaterra debe ser protestante, cristiano, anglicano.


Este requisito impone a ambos gobiernos sostener el culto respectivo y proceder lealmente para favorecerlo en todos sus legítimos objetos.


Este será un deber, y lo llenaré cumplidamente.


Un hombre público no lleva al Gobierno sus propias y privadas convicciones para hacerlas ley y reglas del Estado; monsieur Guizot, ministro de un rey católico, era protestante, adicto como el que más a su propia creencia, pero fiel expresión de las leyes de una nación católica.


Mas este deber no va hasta desfavorecer, contrariar, perseguir otras convicciones.


La libertad de conciencia es, no sólo declarada piedra angular de nuestra Constitución, sino que es una de las más grandes conquistas de la especie humana.


Digo más; la grande conquista por excelencia, pues de ella emana la emancipación del pensamiento que ha sometido las leyes de la creación al dominio del hombre.”


El genial sanjuanino fue designado Gran Maestre de la Masonería Argentina el 12 de mayo de 1882.


La Sociedad de Instrucción y Recreo “La Cosmopolita”.


La primera tentativa para organizar y fundar una Biblioteca Pública en Azul data de 1872. En ese año la C. D. de la Sociedad “La Cosmopolita”, en sesión del 12 de noviembre resuelve lanzar la iniciativa de la fundación de un centro de cultura de la índole que nos ocupa, y para llevar a la práctica tan plausible idea, nombrar una Comisión de su seno solicitando a la vez la cooperación de la Municipalidad.

Desde ese año se hace sentir la necesidad de la creación de centros de cultura en Azul y en las distintas tentativas hasta su constitución definitiva, sus iniciadores tomaron con entusiasmo la idea con las mismas razones y con los mismos esfuerzos, que suponen encausar a la población en estos principios de adelantos culturales. Así lo vemos en los trabajos de ese año y en los de 1887, 1892 y 1902 como también en las memorias e informes que se presentaron desde entonces hasta el momento actual.

La Comisión que nombrara “La Cosmopolita” en 1872 estaba formada como sigue: Señores Francisco Cesio, Blas Dhers, Eduardo Plot, Aquiles Pouyssegur, Federico Massios, Manuel Echave y José Frías y Garrido, solicitando a la Municipalidad el nombramiento de una Comisión para que en unión de la anterior llevase a la practica la idea y a la vez el aporte pecuniario necesario.

La Municipalidad concordante con ese pedido lanzó el siguiente Acuerdo el 27 de noviembre de 1872: 

“Penetrada esta Corporación de la verdad generalmente reconocida que las Bibliotecas Populares son o deben ser por lo menos el gran cumplimiento de la educación publica democrática, cuya celosa administración es uno de los primeros deberes de las municipalidades, la actual del Azul no desconoció nunca la obligación por ella contraída de iniciar la creación de este poderoso elemento de progreso moral e intelectual de este partido. Esperaban no obstante sus miembros la oportunidad de abrir ya los cimientos del gran edificio publico para las escuelas cuya autorización y aprobación esta gestionada ante el Superior Gobierno, para promover el amplio desarrollo de la asociación vecinal para la instrucción publica iniciada en 1871 entre nosotros por el noble propagandista de tan fecunda semilla el Inspector de escuelas Sr. D. Augusto Krause.”

Circunstancias tan notorias como desgraciadamente aciagas para nuestro progreso y dignidad social hicieron estériles o por lo menos poco fecundos los buenos deseos de la Municipalidad en el corriente año, en el sentido de organizar y cimentar sólidamente las bases bien entendidas de nuestros futuros y aun presentes bienes sociales.

En tal situación una sociedad de jóvenes llenos de nobles aspiraciones como suelen serlo en general las emanaciones de almas juveniles, lanzó al público la idea de fundar, apoyada por la masa general de nuestro vecindario una Biblioteca Popular que contribuya a parangonar por lo menos el progreso moral con el material de Azul.

Ese grito juvenil, ese espontáneo arranque cívico de la Sociedad “Cosmopolita” es a la vez un grave reproche a los hombres serios, padres de familia unos, hombres de posición expectable otros, pero responsables todos del destino de su era social por falta de iniciativa y de acción en pro de las reformas fundamentales que deben un día al fin, mas o menos remoto, asegurar para sus hijos o sucesores un bienestar mas perfecto, venciendo la ignorancia, la apatía, la inmoralidad y preocupaciones rutinarias que son los enemigos seculares de nuestra social y aun domestica felicidad.

Ese grito consciente, ese grito generoso de la Sociedad “La Cosmopolita” fue escuchado gratamente por la Municipalidad de Azul y a fin de hacer públicos sus respetos por la realización del cívico deber, que en las cultas y libres sociedades deben profesar para merecer su propia estimación, los que voluntariamente acepten públicos deberes acordó lo siguiente:


La Municipalidad por acuerdo del 27 del corriente ha formulado una lista de siete vecinos expectables, a quienes suplicara de oficio se dignen aceptar y cumplir la misión de constituirse en Junta bajo la presidencia y en la forma que la mayoría de su voluntad designe, para propagar por todos los medios a su alcance, utilizando los espontáneos servicios de los jóvenes de “La Cosmopolita”, una suscripción popular abriendo el competente registro de socios fundadores de la Biblioteca del Azul, ya como donantes de libros o de dinero para su creación, o ya de una cuota mensual o trimestral cualquiera que ella sea para su sostén y fomento, y redactando a la vez los estatutos de la Asociación popular para la Biblioteca pública con la actividad posible o necesaria.

Una vez concluido ese trabajo y concluido el número de socios suscritos, signifique a su juicio, un núcleo de voluntad pública suficiente a crear un principio de progreso intelectual y social para el Azul, imposible de ser desconocido o mal apreciado por su vecindario, se apresure a convocar Asamblea General de Socios para que aprobados allí los estatutos fundamentales de esta Asociación con modificaciones o sin ellas, pueda nombrarse enseguida con arreglo a la forma y manera adoptada ya por los Estatutos aprobados y sancionados, la primera Junta Directiva que haya de administrar y dirigir esta naciente institución.

Al efecto la Municipalidad se suscribe desde luego con la suma de cinco mil pesos moneda corriente, sin prejuicio de las subvenciones que en el porvenir pueda y deba dedicar a este objeto la corporación; cediendo además por de pronto y mientras no se construyan los edificios que han de servir de sagrado templo a nuestra educación popular, una de las habitaciones que hoy posee como propiedad municipal, reservándose sus miembros prestar su apoyo personal, pero sin carácter oficial, y solo como suscriptores o donantes, en la esfera que a cada uno convenga. Llenando así su imprescindible deber publico deja en plena libertada al vecindario para establecer su Biblioteca bajo bases esencialmente populares y solo espera la Municipalidad mucho y muy confiadamente de la sensatez y buen criterio de este vecindario en general y de los esfuerzos de la Comisión instaladora en particular, cuyos inteligentes miembros sabrán y querrán, a no dudarlo, inspirarse en el digno sentimiento de noble abnegación que hace siempre fácil a los buenos ciudadanos, molestarse algún tanto por la pública felicidad.


Los Señores a quienes la Municipalidad ha designado para pedirles este servicio son: Don Celestino Muñoz, D. Francisco Enciso, D. Elías Zerolo, D. Francisco Peranzola, D. Pedro Loustau, D. Juan Dhers y D. Manuel G. Bonorino.

Tal es el acuerdo Municipal que hace público por la prensa el infrascrito dejando así cumplido el mandato de esta Corporación.

Francisco Torres                                       José Botana


Secretario                                                 Presidente.



Asimismo, en la Sección Archivo Histórico del Museo Etnográfico “Enrique Squirru” (de propiedad de la Biblioteca Popular de Azul) se encuentra la siguiente nota:

“Azul, Diciembre 2 de 1872. Al Sr. Presidente de la Municipalidad.
En este momento acabo de recibir su nota por la que me comunica que la Honorable Corporación que tan dignamente preside, en reunión del 27 ppdo., ha tenido a bien designarme como miembro de la Comisión que deberá proceder a los trabajos que den por resultado la instalación de la “Biblioteca Popular del Azul”.

Como extranjero, faltaría a un sagrado deber de gratitud para con este hospitalario país si no aceptara con la mayor satisfacción este nombramiento; y como hombre, me hago el compromiso moral de, en unión de los demás señores de la Comisión, trabajar por la pronta fundación de la Biblioteca, que considero como base de la regeneración político-social, de éste, como de todos los pueblos. Salud y fraternidad. ELIAS ZEROLO”.

Casi un mes después de lanzada la iniciativa, el 10 de Diciembre se reunieron las dos comisiones que se designaran por la Municipalidad y la Sociedad citada, con el objeto de constituir sus autoridades y dar forma a la idea de organización de la Biblioteca Popular, considerando como puntos principales para ello, la recolección de fondos y de suscripción de adherentes a tan simpático esfuerzo.

De las resoluciones en esa sesión da cuenta la siguiente acta labrada entonces, que tomamos de la memoria de inauguración presentada por el Presidente D. Emilio F. Recke el 16 de abril de 1893 que dice:

“En el pueblo del Azul a 10 de diciembre de 1872 reunidos en la casa Municipal los que suscriben, designados por la Municipalidad y Sociedad “La Cosmopolita” para formar la Comisión Provisoria y proceder a los trabajos que han de dar por resultado la creación de la Biblioteca Popular, se constituyeron en sesión bajo la presidencia del Sr. Bonorino. En vista de la renuncia hecha por el señor D. Francisco Enciso de miembro de esta comisión se acordó nombrar en su lugar al señor Don Bartolo Gaviña. Acto continuo se procedió a la elección de cargos resultando: Presidente Blas Dhers, Vicepresidente D. Celestino Muñoz, Secretario Elías Zerolo, Vicesecretario D. Aquiles Pouyssegur, Tesorero D. Juan D. Dhers, Vocales, Manuel G. Bonorino, Eduardo Plot, Francisco Peranzola Pedro Loustau, Francisco Cesio, Federico Massios, Manuel Echave, Bartolo Gaviña y José Frías y Garrido. Esta Comisión concluirá su cometido tan pronto como reunido suficiente número de suscriptores, se lleve a la aprobación el reglamento por el que debe regirse la Asociación que sostendrá la Biblioteca, debiéndose nombrar entonces la Junta directiva administradora de la misma. Para confeccionar este reglamento se nombró a los Señores Frías y Garrido, Zerolo y Plot. Se acordó abrir una suscripción popular, tanto para los gastos de fundación de la Biblioteca como para sostenimiento que será encabezada por al Municipalidad, que se suscribe por una sola vez con la cantidad de cinco mil pesos m/corriente y la Sociedad “La Cosmopolita” con dos mil pesos. A fin de que esta suscripción de, como esta Comisión tiene derecho a esperar, los mejores resultados, quedaron nombrados los señores Dhers (Don Juan D.), Peranzola, Cesio y Loustau, para que unido a los vecinos que quieran prestarse a tan bello pensamiento, formen otras tantas comisiones bajo sus presidencias, que levanten las suscripciones en las secciones del pueblo conocidas como 1°, 2°, 3° y 4° respectivamente. Se acordó por último pasar una carta circular a varios antiguos vecinos de Azul, residentes hoy en Buenos Aires pidiendo su valiosa cooperación. Con lo cual se dio por terminado el acto. Firmados: Manuel G. Bonorino, E. Zerolo, José Frías y Garrido, Francisco Peranzola, Francisco Cesio, F. Massios, Juan D. Dhers, Manuel Echave, E. Plot y Aquiles Pouyssegur.”


No tenemos en nuestro Archivo ningún comprobante ni ninguna constancia de las actividades que desarrollara esa Comisión, ni del tiempo que subsistió, por lo que creemos que los tales comprobantes no existen o que su acción fue muy limitada, desapareciendo poco a poco entre la indiferencia y la desidia en que caen tales iniciativas en toda época y sobre todo en aquella en que la población de Azul estaba en su infancia educativa. La memoria que hemos citado del Sr. Recke, que es la que nos da los datos mas seguros sobre este asunto, con una precisión que es una verdadera historia de los comienzos de la Biblioteca, dice en uno de sus párrafos: 

“Lo que pasó después de lo acordado en el acta transcrita, (se refiere a la del 10 de diciembre de 1872) no lo sé, y solo hay constancia de que se recolectaron ocho mil pesos papel (330.64$m/l.) los que pasaron en deposito a la sucursal del Banco de la Provincia de esta”
Lo más probable es que la iniciativa no haya encontrado eco y que el bello gesto de La Cosmopolita a que se adhiriera la Municipalidad con tan buenas razones, fracasó por falta de apoyo de la población.

Es hora de dejar escrito que la gran mayoría de los miembros de “La Cosmopolita” pertenecían a la logia masónica local, como también lo serían luego los fundadores y los principales integrantes de la comisión directiva de la Biblioteca Popular.

Pasemos revista a la composición de “La Cosmopolita” en 1874: era presidida por Elías Zerolo, siendo su Vicepresidente Don Aquiles Pouyssegur. Como Secretario actuaba Manuel Echave y como Vicesecretario Ruperto Dhers. Todos ellos eran miembros activos de “La Estrella del Sud”, como así también militaban en la logia algunos de sus Vocales: tal el caso de José Frías y Garrido y Manuel López. La tradicional preocupación de los masones por la filantropía y la cultura se revela en la existencia de una sección “Biblioteca y Archivo” y una Sección Filantrópica, a cargo respectivamente, de Jorge Licier y Federico Massia. 

Masones eran también los miembros de la Corporación Municipal en ese año de 1874: tanto su Presidente Don Manuel Leal, que además ocupaba el cargo de Juez de Paz, como algunos de los Municipales titulares y suplentes: Matías Miñana, José Barés, Ceferino Peñalba, y el Comandante Militar Celestino Muñoz.

Masones eran en ese momento el Presidente de la Sociedad Francesa de Socorros Mutuos, Pedro Loustau (la primera de su tipo fundada al sur del Salado) y el primer Vicepresidente de la Sociedad Filantrópica Italiana, José Mastropaolo

De gran significatividad resulta también el número de miembros designados por la Corporación Municipal y la Sociedad “La Cosmopolita”: siete por cada parte.

El número siete es muy relevante en Masonería: Siete miembros hacen justa y perfecta una logia. Siete años y más es la edad simbólica del Maestro Masón. Los escalones que conducen a Oriente llevan el nombre de los siete artes: Gramática, Retórica, Lógica, Aritmética, Geometría, Música y Astronomía, según la interpretación de los primitivos masones; para otros, representan los pecados capitales, o perversas pasiones del corazón: soberbia, avaricia, lujuria, ira, envidia, gula, y pereza; cuyas sombras son dominadas por los rayos de las siete luces que irradian el triángulo sobre el sitial del Venerable Maestro que simbolizan las siete virtudes recomendadas por los teólogos: humildad, liberalidad, moralidad, paciencia, caridad, templanza y diligencia.

El Consejo Escolar instalado por aquellos años (29 de marzo de 1878) prestó también toda su atención a la formación de una Biblioteca Popular, de acuerdo con el temperamento que el Reglamento respectivo le indicaba, y con los escasos recursos que contara. Así en el proyecto que para el edificio de la escuela elemental de varones, confeccionara el Ing. Pedro Benoit, se dedicaban dos salas de la planta baja con ese fin, las que hoy ocupa la Presidencia del Consejo.

De la Memoria presentada en 1879 por el Consejo Escolar tomamos los siguientes párrafos que marcan su pensamiento y su acción:


“Penetrado como se halla de la necesidad de propagar la instrucción de todas las esferas, no podía menos de fijarse en el gran auxiliar de las Bibliotecas Populares, que contribuyen a fomentar y desarrollar la afición a la lectura, y consiguientemente a difundir la ilustración en todas las clases”


“Bien se comprende que para la realización de todos estos proyectos, que no se pueden improvisar en un momento, además del tiempo y poderosos recursos que son menester, hace falta decisión y perseverancia en los miembros que componen el Consejo Escolar y cooperación eficaz de la Municipalidad y del pueblo.”

Este Consejo que se preocupara por la instalación de bibliotecas públicas, haciendo incluir en el primer edificio que proyectaran el lugar necesario para la misma, lo formaban los señores D. Martín Abeberry como Presidente, y los Sres. D. Federico Olivencia, D. Torcuato Soriano, D. Francisco Ostolaza y D. Bernardino Legarraga.

Olivencia, Soriano y Ostolaza pertenecían a los cuadros de la Logia masónica azuleña.

Pasaron quince años de esta tentativa, en cuyo transcurso vinieron nuevos hombres que se apropiaron de la idea y por invitación del Doctor Isidoro Sayús se reúnen en el local del Café Colón un núcleo de personas bien intencionadas, con el objeto de llevar a la práctica lo que había fracasado en 1872. De esta reunión deja constancia la siguiente Acta:

“En el pueblo de Azul a los siete días del mes de Junio de mil ochocientos ochenta y siete reunidos los señores al margen designados en la casa Calle Alsina N° 79 por invitación del Dr. Don Isidoro Sayús con el objeto de iniciar los trabajos necesarios para la fundación de una Biblioteca Popular, se abrió el acto a las 9 de la noche bajo la presidencia provisoria de Dr. Sayús.
El Señor Presidente iniciador de esta reunión expresó en breves palabras el objeto de ella proponiendo se nombrara una comisión provisoria que corriera con los trabajos preliminares, recolecte fondos, redacte reglamentos, etc.
Después de un cambio de palabras entre algunos Señores presentes, se resolvió declarar que queda instalada la Sociedad de la Biblioteca Popular, precediéndose a la elección de la Comisión Provisoria, la que quedó constituida de la siguiente forma: Presidente Dr. Isidoro Sayús, Vicepresidente Dr. Ángel Pintos, Tesorero Dr. Francisco Ostolaza, Pro Tesorero Sr. Juan Joerez; Secretario Sr. Ramón A. Díaz; Pro Secretario Leoncio L. Daugá; Vocales Pedro Lacalde, Fidel Fernández, Dr. Emiliano Astorga, Juan C. Baygorria y Ramón Ande.
Esta Comisión podrá formar quórum legal con tres de sus miembros y convocará a Asamblea General una vez que tenga terminado su cometido para la inmediata instalación de la Biblioteca. Esta primera Asamblea discutirá el reglamento que haya confeccionado la C. Provisoria y podrá deliberar con solo quince de los miembros de la sociedad.
Con lo que terminó el acto firmando los presentes: I. Sayús, Ramón A. Díaz, P. Rodríguez Ocón, E. Magnasco, Francisco Ostolaza, Ángel Pintos, E. Astorga, Juan Joerez, Julio Claraz, José María Fernández, Pedro Lacalde, Mateo S. Boado, Julio S. Muñoz, José Delboy, P. Elizalde, Cornelio Ostem, A, Berthom, Alejandro Leal, Amaranto Saravia, J. Forns y Artigas, D. Cornille, Fidel Fernández, Leoncio Daugá, F. Duverges, J. M. Lorenzo, V. Ramírez, Salvador Bassi, Ramón Ande, A. Pernin, Bernardo Leal, M. Zorrilla, Aquiles Nigoul, Alberto Cornille, Gregorio Cassa.”

Esta iniciativa tampoco dio el resultado que se propusieron sus iniciadores.

“Se nombraron comisiones, dice en sus memorias el señor Recke, se intentaron colectas, se dieron funciones teatrales, cuyo producido debía destinarse a la creación de la Biblioteca etc., etc., etc., y... lo que pasó después tampoco lo se y solo me consta como a todos que esa vez como las anteriores el asunto no pasó de proyecto y la idea por segunda vez fue aplastada por la indiferencia pública, naufragando en el borrascoso mar de las discordias locales.”

Fracasado este nuevo intento, se produce el tercero y definitivo en 1892. El 18 de abril de dicho año se reúnen en casa del vecino Juan Forns y Artigas los jóvenes Maestros Normales José María Darhanpe, Eduardo G. Darhanpe, Víctor Nigoul y Arturo C. López; labrándose un acta que fue transcripta en hojas sueltas.
Los cinco asistentes a la reunión se encargaron de recolectar firmas de adhesión, colocando las copias en sitios públicos y recorriendo casa por casa en busca de apoyo. 

El Acta del 18 de abril de 1892 expresa:

“En el Azul, a los diez y ocho días del mes de abril de mil ochocientos noventa y dos, los abajo firmados reunidos con el objeto de dar forma a la idea de dotar al Azul de una Biblioteca Popular, teniendo a la vista las actas y decisiones de la Comisión que con idénticos propósitos se constituyó en el año mil ochocientos setenta y dos, y después de haber estudiado los distintos trabajos que en varias épocas se han iniciado, persiguiendo siempre el laudable propósito por aquella iniciada, declaran: 


1- Que se adhieren a los trabajos que se hagan hasta dejar instalada la Biblioteca Popular de Azul.


2- Que autorizan a Don José María Darhanpe, Don Arturo López Claro, Don Abelardo Cano y Don Eduardo G. Darhanpe para que inviten al mayor número de vecinos a firmar la presente declaración.


3- Que autorizan a Don José María Darhanpe y a Don Víctor Nigoul, para convocar a Asambleas de Adherentes cuando lo crean conveniente, debiendo designar para la reunión un local público o perteneciente a alguna Sociedad con el objeto de elegir la Comisión definitiva y sancionar las bases de la Asociación. 


Firmados: Arturo López Claro, Víctor Nigoul, José M. Darhanpe, Juan Forns y Artigas, Eduardo G. Darhanpe, Silvano Bonet, Ricardo Gaviña, Juan Belmar, Antonio L. Grillo, Reynaldo Díaz, Domingo Romeo, Luis Lacoste, Vicente Gauthier, E. F. Recke, Ramón A. Díaz, Manuel G. López, Benedicto E. Rodríguez, etc.

El 8 de mayo del mismo año se llamó a Asamblea de Adherentes, la cual resolvió dejar por constituida la Biblioteca Popular del Azul y nombrar una Comisión Provisoria presidida por el Sr. Emilio F. Recke, la cual debía llamar a Asamblea para elegir la C.D. definitiva.

Esta Comisión Provisoria trabajó con ahínco durante once meses, realizando quince sesiones. Se buscó local provisorio, se construyeron estanterías, se obtuvieron donaciones y subvenciones, se confeccionaron los primeros Reglamentos y Estatutos, y finalmente se llamó a Asamblea, la cual tuvo lugar el 18 de abril de 1893, quedando definitivamente establecida la Biblioteca Popular de Azul, actuando como Presidente el Sr. Silvano Bonnet y como Secretario el Sr. Ramón A. Díaz.



NOTA: Los contenidos volcados en esta página han sido tomados del trabajo titulado: "La Biblioteca Popular de Azul hacia el Bicentenario", el cual fuera confeccionado ante una convocatoria de CONABIP en el año 2009. Son sus autores Enrique César Rodríguez, Eduardo Agüero, Rosana Calderaro y Adriana Abadie.


[1] “La masonería argentina a través de sus hombres”.Buenos Aires, Talleres Gráficos Impresora Belgrano, 1966. 2ª. Edición.



2 comentarios:

  1. Muy interesante pero no me quedo en claro si el doctor Isidoro Sayus era mason.

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    1. El Dr. Sayús no figura con trabajos en la Logia azuleña, al menos con la documentación que se ha podido rescatar.

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