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miércoles, 21 de enero de 2015

ELECCIÓN DE AUTORIDADES PERIODO 1904-1905

Las elecciones tuvieron lugar el 15 de mayo de 1904 y a resulta de las mismas el Cuadro de Logia quedó compuesto de la siguiente manera:

Venerable: Ambrosio Motti

1er. Vigilante: Enrique Baron

2º Vigilante: Félix Piazza

Orador: Pascual Blasco y Salas

Secretario: Marino Marchisio

Tesorero: Andrés D’Onofrio

Hospitalario: Ricardo Berdier

1er. Experto: Santiago Piazza

2º Experto: Adrián Loustau

Archivero y Guardasellos: Lorenzo Piazza

1er. Maestro de Ceremonias: Remigio Piazza

1er. Diácono: Leopoldo Marchisio

2º Diácono: Antonio Solans

Guarda Templo interno: Leopoldo Marchisio



BLASCO Y SALAS, Pascual
Fue Orador en “La Estrella del Sud” durante el período 1904-1905. Residía en Buenos Aires. El mismo año fue electo como Delegado a la Gran Logia.


BERDIER, Ricardo A. (1868 - 1916).




Doctorado en medicina en la Universidad de Buenos Aires, ejerció su profesión en diversas ciudades de la provincia de Buenos Aires. Iniciado el 25 de julio de 1901 en la Logia Unión y Constancia, de Arroyo Corto, el 18 de octubre de 1903 se afilió a la Logia Estrella del Sud N° 25, la que presidió en 1906-07. Antes se había desempeñado como Hospitalario y Orador. Este último cargo lo ejerció hasta 1912. En el escocismo poseía el grado 18°.
Berdier nació en la Capital Federal, siendo hijo de Camilo Berdier, Contador y antiguo empleado del Banco de la Provincia, y de Julia Dorr. Su abuelo paterno, Francisco Berdier, era de nacionalidad española y tuvo una casa introductoria de ferretería y artículos navales en la calle Defensa de la ciudad de Buenos Aires; mientras que su abuelo materno, Addison Dorr, era un comerciante y hombre de negocios de origen norteamericano.
A los 10 años de edad, huérfano de padre, inició sus estudios secundarios en el Colegio del Salvador de los Padres Jesuitas. Cursó el bachillerato hasta los 16 años e ingresó  a la Facultad de Medicina, de la cual egresó en 1890.
Cuando contaba con 19 años, y a raíz de la epidemia de cólera, se presentó a la Asistencia Pública ofreciendo sus servicios como practicante, siendo destinado a la ciudad de La Plata.
Luego ejerció en el Hospital del Asilo de Inmigrantes, y al mismo tiempo colaboró con notas de su especialidad en el periódico “Sud América” de la Capital.
Residió dos años en París, ciudad en la cual perfeccionó sus conocimientos médicos, asistiendo a las Clínicas de los más grandes especialistas franceses.
Su tesis doctoral versó sobre la Psicología de los Centros Nerviosos, siendo la primera que trataba dicho tema, puesto que en la Universidad de Buenos Aires no se enseñaba la materia aludida.
Fue miembro fundador del Ateneo de Buenos Aires. Tomó parte en el Segundo Congreso Latinoamericano de Medicina, donde junto con otro colega presentó un nuevo tratamiento contra el cáncer.    
Llegó al Azul con su familia en 1903, procedente de Coronel Suárez, y ya a los dos años presidía la Biblioteca Popular, cargo que ocupó hasta 1911. Durante su mandato, en 1910, se inauguró el lujoso edificio de dicha institución, el mismo que ocupa hasta la actualidad en calle Burgos Nº 687. Participó activamente del Congreso de Librepensadores de 1906. Fue brillante orador en la ceremonia de reconocimiento conyugal Piazza-Marchisio. Instaló su consultorio en la calle Colón, frente a la Plaza del mismo nombre – hoy San Martín- . Su aviso profesional consignaba su actuación como ex asistente a las Clínicas de París, y atendía gratuitamente a los pobres los jueves y domingos de 1 a 2 p.m. 
También tenía a su cargo desde 1905 la Sala de Mujeres del Hospital Municipal de Azul.
Radicado a partir de 1912 en Villa María, Córdoba, la Biblioteca Popular de Azul lo distinguió ese mismo año  con la entrega de un pergamino y una medalla de oro, en reconocimiento a su destacadísima labor.



MARCHISIO, Leopoldo G.



Nació en Brozzola (Torino, Italia) y se graduó de farmacéutico en 1895. Hacia 1903 se instaló en la esquina Sur de Colón y Bolívar, mudándose en 1913 a Colón y San Martín, antiguo Hotel de Catalanes. Actuó en la Sociedad Filantrópica Italiana, en la Sociedad “Dante Alighieri” y el Círculo Napolitano. Fue Cónsul Honorario de Italia en Azul. En 1900 fue Vicepresidente del “Ciclista Club Azuleño”. 
Casó con María Piazza en la brillante ceremonia de reconocimiento conyugal masónico que posteriormente desarrolaré en este blog.
En 1961 recibió la Orden de Caballero de la República Italiana.
En la Logia local fue Guarda Templo Interno y 1er. Diácono en 1904-05, y en 1905-06, 1er. Diácono. En el siguiente período fue Tesorero, al igual que en 1907-08 .En 1908-08 fue 1er. Vigilante, lo mismo que en 1909-10.

SOLANS, Antonio

Nuevamente nuestro reconocimiento al Dr. Alberto Sarramone, quien nos acercara el valioso documento que seguidamente extractaremos y que fuera confeccionado por Don Germinal Solans, recordado periodista y abogado del foro local.

La familia Solans tiene sus orígenes relativamente recientes en Monclau, un pueblo de Lérida que se yergue a la sombra de un convento medieval
Allí residían – como “payés” seguramente – los Solans (quienes traían una mezcla de sangre austríaca y árabe, con española). Ello así porque uno de los antepasados fue Haloch, nacido en la Selva Negra de Alemania y Austria, quien llegó a España en su condición de guardia de corps del rey Carlos V de Austria, quien al instalarse en Madrid tomara el nombre de Carlos I de España.
Al él se unió la sangre de los Moratell de los Pirineos, y más recientemente de los Prim-Prat.
Eran seguramente carlistas, razón por la cual al tomar el trono hispano los Borbones, fueron perdiendo jerarquía económica y social, refugiándose en Monclau. 
Don Antonio Solans y Baró nació en Barcelona el 29 de marzo de 1876, hijo de José Solans y Prat y de Inés Baró y Domingo.
De niño aprendió las primeras letras en una escuela de los Jesuitas. Ya joven cursó contabilidad e idiomas en un Instituto de Barcelona, en el cual se graduó.
Fue incorporado al servicio militar en la sección financiera del Ejército español, en su ciudad natal. Como la inmensa mayoría de la juventud catalana de aquella hora, fue un entusiasta libertario. Esta circunstancia hizo que los dirigentes lo emplearan como traductor de instrucciones e información proveniente de Francia e Inglaterra.
Se las ingenió para hacer en su escritorio del Ejército un doble fondo, en el que escondía los papeles anarquistas en que trabajaba para ser distribuidos en Cataluña. La policía especial dio al fin con la identidad de quien realizaba esta riesgosa tarea. 
Advertido de tal circunstancia y con ayuda de su padre – que trabajaba en el puerto de Barcelona – abordó un barco velero que salía del muelle en ese momento.
Llegó a Madagascar; de allí pasó a Cuba y luego a Venezuela. 
Al llegar a Buenos Aires, la policía política lo individualizó como anarquista catalán en fuga, y tras ser detenido pasó un año preso en Rosario.
Al recobrar su libertad se trasladó a Buenos Aires, donde trabó amistad con otros jóvenes anarquistas de entonces: Leopoldo Lugones, Rubén Darío, etc. Le consiguieron la primera tarea rentada: eran sueltos que publicaba en “La Nación”. 
Después mejoró económicamente, al abrazar la profesión de corredor de comercio. En estas circunstancias conoció a Jaime Soler, con quien volvió a encontrarse providencialmente en Azul.
A esta ciudad llegó de manera casi fortuita, el 28 de septiembre de 1901, cuando contaba con aproximadamente 30 años de edad. Se había inaugurado el Teatro Español, y para animar su escenario se había contratado en Buenos Aires una compañía que en ese momento no contaba con director. Fue así que Don Antonio Solans dejó los números y la política, para empeñar su futuro en el arte.
Llegó al Azul en tren y de noche. Un cochero se ofreció a trasladarlo al pueblo. Le causó disgusto y alarma que lo encerraran en una especie de galera, pues el vehículo solo podía abrirse de afuera, quedando como prisionero.
El viaje a la hoy Avenida 25 de Mayo se hizo a los barquinazos, entre algún que otro rancho o casa, cruzando pantanos, altos pastizales y en oscuridad absoluta.
Al bajar del carruaje se prometió volver a Buenos Aires al día siguiente…pero se quedó en Azul durante cuarenta años.
En la calle 25 de Mayo vio los primeros faroles encendidos. Se hospedó en el mejor hotel de aquellos días, la lujosa casa de Ceferino Peñalva ubicada en Alsina entre Moreno y Uriburu, luego de propiedad de la familia Infantino.
Le tocó dormir con otra persona. Al despertar, se enteró que se llamaba Adolfo Ferreyro, quien tenía la corresponsalía de “La Prensa”, hombre culto, empleado de la Municipalidad.
No siguió a la compañía teatral. En 1907 instaló su primera Academia Mercantil e Idiomas, y también ocupó el cargo de Secretario rentado de la Asociación Española, haciéndose cargo de la administración del Teatro.
A pesar de tantas distinciones, la policía había ordenado vigilancia al anarquista. Para ello asignaron al Cabo Quintino M. Seco, con quien no tardó en confraternizar. Con el tiempo, Seco logró que le levantaran la vigilancia.
Poco más tarde ingresó en la Masonería local, que contaba con lo más destacado de Azul a principios de siglo: el Gral. Leyría, los industriales Piazza, los dos farmacéuticos Marchisio, los Fiscalini, Cirioli, etc. Elevó su jerarquía social y financiera.
Contrajo matrimonio en 1903 con Clara Loustanau y Heler, y al año siguiente nació el autor de estas memorias.
Tras atender en Capital un problema importante en su vista y ya de regreso al pueblo, fue administrador y redactor del vespertino “El Ciudadano”, y sub-contador de la casa de remates de Don Manuel Castellár.
Entre 1918 y 1919 tiene una visión que cambiaría radicalmente sus convicciones. En sueños, escucha a su padre decirle “Hijo, estás equivocado, vuelve a la fe…”.
El suceso lo impresiona tanto que anota en un papel el día y la hora de tan singular acontecimiento. Meses después recibió de Barcelona una carta familiar, en la cual le informaban el deceso de su padre…en la misma fecha que había anotado en el papel.
La impresión fue tan grande que el anarquista volvió a la fe cristiana que le habían inculcado los Jesuitas en su niñez.
Fue a verlo varias veces al Padre Cáneva, pero este dudaba de la sinceridad de su conversión. Don Antonio le regaló entonces al futuro Obispo su mandil de la masonería, el cual al momento de ser escritas estas memorias, se conserva hoy en un museo católico de Londres.
Esta actitud fue perjudicial para él y su familia. Los masones y los socialistas le hicieron el vacío. Hasta se publicó en un diario local un poema en que se lo vapuleaba.
Tras varios sinsabores económicos, Don Antonio se trasladó a La Plata, donde fue Profesor del Colegio Salesiano.Pasó los últimos tres años de su vida ciego, falleciendo en el barrio de Flores.



Carta dirigida al presidente de la Biblioteca Popular de Azul, fechada en 1908, mediante la cual Antonio Solans solicita su readmisión como socio de la institución. Obsérvese la firma con los clásicos tres puntos. (original en el archivo de la Biblioteca Popular "Bartolomé J. Ronco")

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